Una nueva investigación sugiere que los esquiadores de fondo, y tal vez otros que también hacen ejercicio vigoroso, son menos propensos a desarrollar trastornos de ansiedad que las personas menos activas.
Investigadores en Suecia pasaron aproximadamente dos décadas rastreando el riesgo de ansiedad entre más de 395,000 suecos. Casi la mitad de los participantes eran esquiadores con un historial de competir en carreras de esquí de fondo de larga distancia. Los otros eran no esquiadores de edad similar que se consideraban menos activos.
«Encontramos que el grupo con un estilo de vida más activo físicamente tenía un riesgo casi un 60 por ciento menor de desarrollar trastornos de ansiedad», anotó la autora principal del estudio, Martina Svensson, investigadora asociada del Laboratorio de Neuroinflamación Experimental de la Universidad de Lund.
Los trastornos de ansiedad son comunes, anotaron ella y sus colegas. Aproximadamente 1 de cada 10 personas está en riesgo, y las mujeres generalmente son dos veces más vulnerables que los hombres.
Para explorar si la actividad física podría proteger de alguna manera contra la ansiedad, el equipo se centró en hombres y mujeres que habían participado en la carrera de esquí Vasaloppet en algún momento entre 1989 y 2010.
El evento anual sueco se anuncia como la carrera de esquí de fondo de larga distancia más grande del mundo, que cubre distancias de 19 a 56 millas. Aproximadamente la mitad de los participantes del estudio habían hecho la carrera; la otra mitad no lo había hecho.
En la edición del 10 de septiembre de Frontiers in Psychiatry, los investigadores señalan que el grupo de esquí, a una edad promedio de 36 años, tenía hábitos alimenticios más saludables, fumaba menos, hacía más ejercicio en el tiempo libre y estaba mejor educado, en comparación con la población sueca en general.
Los participantes del estudio fueron rastreados durante un promedio de 10 años, tiempo durante el cual poco menos de 1,650 participantes desarrollaron algún tipo de trastorno de ansiedad.
Entre hombres y mujeres, se observó un riesgo significativamente menor entre los esquiadores. Sin embargo, Svensson enfatizó que, si bien el hallazgo ilustró un vínculo entre la actividad y un menor riesgo de ansiedad, no probó causa y efecto.
Profundizando más, los investigadores identificaron una notable brecha de género. Después de analizar los tiempos de finalización de la carrera, los esquiadores se dividieron en tres grupos según el rendimiento: los que habían cronometrado los tiempos más rápidos, los segundos más rápidos y los terceros más rápidos.
Después de analizar los tres grupos según el género, el equipo encontró que entre los hombres el riesgo de ansiedad se mantuvo igualmente bajo, y más bajo que los no esquiadores, independientemente de la velocidad de esquí. Pero ese no fue el caso entre las mujeres.
«Nos sorprendió ver que las mujeres de alto rendimiento físico tenían casi el doble de riesgo de desarrollar ansiedad en comparación con las mujeres de bajo rendimiento», reconoció Svensson.
Destacó que, aun así, «el riesgo total de contraer ansiedad entre estas mujeres de alto rendimiento aún era menor en comparación con las mujeres más inactivas físicamente en la población general. Por lo tanto, parece que ambos sexos se benefician de ser físicamente activos, a pesar de que el nivel óptimo puede diferir entre hombres y mujeres».
Svensson dijo que su estudio no analizó las posibles causas subyacentes de las diferencias de género. Los investigadores tampoco investigaron precisamente por qué el ejercicio podría ayudar a reducir la ansiedad. Ambos necesitan más estudio, comento Svensson.
Aún así, Svensson señaló «la capacidad de la actividad física para preocupar la mente y ofrecer distracción de otros pensamientos potencialmente ansiosos». Y anotó que «el ejercicio también puede afinar el sistema de estrés de su cuerpo para hacer frente mejor a otras situaciones estresantes».
James Maddux, profesor emérito de psicología en la Universidad George Mason en Fairfax, Virginia, expresó poca sorpresa con los hallazgos.
«Hay investigaciones considerables que indican que el ejercicio de casi cualquier tipo, incluso una caminata de 10 minutos puede ayudar a las personas a controlar la ansiedad», dijo Maddux, quien también es académico principal del Centro para el Avance del Bienestar de GMU.
«Muchos terapeutas cognitivo-conductuales, de hecho, ‘prescriben’ el ejercicio como un componente importante de sus intervenciones con clientes que lidian con la ansiedad o la depresión o ambos», señaló Maddux.
En cuanto a por qué, Maddux se hizo eco de los puntos planteados por Svensson, y agregó que la investigación ha encontrado que participar en el ejercicio puede conducir a una sensación de logro y una mayor confianza en sí mismo que puede resultar en una menor ansiedad.
«Creo que cualquier persona que tenga que lidiar con la ansiedad, el estrés o la depresión debería considerar seriamente el uso del ejercicio regular como una estrategia para manejar mejor sus emociones», dijo Maddux. «Digo esto no basándome en los hallazgos de este estudio en particular, sino en la investigación acumulativa sobre este tema. No tienes que unirte a un gimnasio o practicar esquí de fondo. Solo comienza a caminar unos minutos todos los días».
Fuente: Frontiers in Psychiatry
Muy buen articulo