Lo que las niñas mosuo nos enseñan sobre el miedo al riesgo

Los hombres son más proclives al riesgo que las mujeres, según algunos estudios. Además, las preferencias profesionales varían entre géneros. ¿Están estos dos hechos relacionados? La cuestión no es baladí: el tipo de carrera escogido está, en parte, relacionado con la brecha salarial. Un estudio publicado hoy en la revista PNAS intenta responder la pregunta y arrojar algo de luz sobre el origen de estas conductas.

“Las diferencias de género en lo que respecta al riesgo están influenciadas por la cultura y el ambiente social, y estas actitudes son maleables a una edad temprana”. Así resume a Sinc la investigadora de la Universidad de Houston (EE UU) y coautora del estudio, Elaine Liu, las conclusiones de su trabajo. En otras palabras, “puede que [la aversión al riesgo] no sea un rasgo heredado”.

Pero determinar si influye más la biología o el contexto sociocultural en la aparente aversión femenina por el riesgo no es fácil, pues es imposible hacer un estudio fuera de ese contexto. Para intentar solucionar este problema, los autores viajaron a los colegios de la provincia china de Yunnan.

En las aulas de esa región encontramos alumnado de dos grupos étnicos, cuyas mujeres viven de formas muy diferentes. Los mosuo son la única minoría china con una cultura matriarcal: el papel de cabeza de familia recae en las abuelas y las mujeres toman las decisiones económicas, domésticas y agrícolas. Por el otro lado, los miembros de la etnia han siguen una estructura patriarcal, en la que ellas quedan subordinadas a los hombres.

¿Serán las mujeres mosuo tan recelosas al riesgo como las han? Para averiguarlo, los investigadores plantearon un sencillo juego de lotería —en el que se puede escoger entre ganar seguro una pequeña cantidad de dinero o tener un 50 % de probabilidades de obtener una suma más grande— a más de 400 estudiantes procedentes de cuatro escuelas primarias y una secundaria, de entre 7 y 14 años. En todas las aulas los mosuo eran minoría, con una presencia media del 40 %.

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Dos niñas mosuo. (Foto: Rod Waddington)

Los resultados mostraron que, al comenzar la escuela, las niñas mosuo corrían más riesgos que los niños de su etnia, mientras que sucedía lo contrario en el caso de los han. Sin embargo, conforme avanzaban los cursos, las jóvenes mosuo se volvieron menos proclives que sus compañeros a arriesgar. Al mismo tiempo, las han parecían algo más atraídas por el riesgo según crecían.

“Los resultados no apoyan la teoría de que la genética fija las diferencias: mientras que las niñas mosuo muestran un mayor recelo al riesgo conforme crecen, a las han les gusta más. Se influyen unas a otras”, considera Liu.

Tampoco parece que el cambio tenga un origen hormonal, relacionado con los cambios experimentados durante el crecimiento: “Si la biología volviera a las chicas más temerosas del riesgo al acercarse a la adolescencia, habríamos visto lo mismo en las alumnas han, pero no es el caso”.

Los cambios observados también afectaron a los chicos, sobre todo en la escuela secundaria —donde los estudiantes están internados y comparten habitación cinco días a la semana—. Así, el comportamiento de los jóvenes mosuo, hasta entonces menos proclives al riesgo, se acercaba al de los han si quedaban aislados de su etnia. “Es posible que las niñas sean más conscientes del entorno o maduren antes”, opina Liu sobre el hecho de que los niños tardaran más en modificar sus preferencias.

Que los resultados no apoyen la teoría genética no implica, según Liu, que la descarten. Los estudiantes analizados eran bastante jóvenes, de entre 7 y 14 años: “Pudiera ser que las diferencias biológicas solo se vuelvan importantes pasada la pubertad, pero no podemos testear eso con nuestra muestra”.

El estudio de Liu también señala que la influencia de los compañeros en el comportamiento es mayor que la de los padres. El siguiente paso, según la investigadora, es observar si los cambios observados son permanentes. “Es posible que los alumnos reviertan a la norma paterna una vez terminen la escuela y vuelvan a su pueblo”. Por ello, Liu pretende buscar financiación para un estudio a largo plazo que siga a estos niños y niñas a la adolescencia y la adultez, lo que también daría más información sobre el papel de la biología en este tipo de diferencias.

El estudio publicado por Liu no es el primero que sugiere que el ambiente influye en la aversión al riesgo. Trabajos anteriores ya mostraron que las mosuo adultas se arriesgan más que las yi (otra etnia patriarcal), aunque ambas lo hacen menos que los hombres. “Ya no debería sorprender que los hombres no siempre muestren una mayor propensión al riesgo”, explica a Sinc la psicóloga y catedrática de Historia y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Melbourne (Australia) Cordelia Fine, que no ha participado en el estudio.

Fine asegura que muchos estudios muestran cómo el contexto cultural afecta a las diferencias sexuales en estos ejercicios de lotería. Estos han sido repetidos con participantes occidentales, de la población china general y también comparando otras sociedades matriarcales como los Khasi en India y los Maasai en Tanzania. “El año pasado, un análisis de 76 países no encontró diferencias en el 18 % de los lugares”, añade.

La psicóloga considera que el estudio de Liu “hace preguntas importantes” y marca el camino a trabajos futuros que examinen el papel de las normas de género en estos comportamientos. Añade que los resultados preliminares “son consistentes” con la “evidencia” que asegura que los factores sociales juegan un papel importante en estas diferencias sexuales.

Sin embargo, también dice que los resultados “deberían ser vistos como provisionales hasta que se repliquen”, dado el reducido tamaño de la muestra una vez se divide por edad y curso.

Los estudios con juegos de lotería son muy utilizados en economía para medir la aversión al riesgo en un contexto financiero, pero autores como Fine se preguntan hasta qué punto sus resultados miden un concepto tan complejo y amplio como el del riesgo. “No está claro qué miden en realidad estas pruebas de lotería”, dice. “Tampoco cómo de útiles son para predecir la toma de riesgos en la vida real”.

El investigador de la Universidad Baruch College de Nueva York (EE UU) Sean Crockett es uno de los economistas que han analizado las limitaciones de estas pruebas. “Que muestres aversión al riesgo en una prueba no implica que lo vayas a mostrar en otra”, explica. Además, “algunos estudios evidencian que la actitud respecto al riesgo financiero no predice la actitud respecto al riesgo en otros dominios”, como por ejemplo el riesgo físico.

Un estudio como el de ‘PNAS’, según Crockett, mide “algo relacionado con las preferencias en el riesgo económico”, pero asegura que los economistas “no tienen todavía una idea clara de cómo ese rasgo se relaciona con unas preferencias generales de riesgo”.

Lo más importante del estudio, según Liu, es que “nos ayuda a pensar sobre el ambiente en el que deberíamos criar a nuestros hijos e hijas”. La investigadora explica que si las niñas crecen en un ambiente que las desanima a correr riesgos, “eso puede afectar a la toma de decisiones en su vida”. La solución: “Crear un entorno que anime a las más jóvenes a arriesgarse más”. (Fuente: SINC/Sergio Ferrer)

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