Artículo del blog Cierta Ciencia, de la genetista Josefina Cano, que recomendamos por su interés.
Una tarde de abril de 1929, un periodista en Moscú entró al consultorio de Alexander Luria con un problema bastante inusual: nunca olvidaba.
Luria, neurofisiólogo, se puso en la tarea de someter a prueba a quien luego se conocería como S. Lo hizo poniéndolo a memorizar largas listas de números y palabras, poemas y fórmulas científicas, todo recitado y repetido luego por S., sin una falla. Décadas más tarde, S. todavía recordaba todo, cuando fue probado de nuevo.
Pero la habilidad de S. para recordar venía con una serie de inconvenientes para su vida cotidiana. Le resultaba difícil entender conceptos abstractos o el lenguaje figurativo y era malísimo reconociendo caras pues las había memorizado en un punto exacto del tiempo, con todas las expresiones y gestos. Y el señor S. no dormía bien.
La habilidad para olvidar, descubrirían luego los científicos, es tan vital como la habilidad para recordar.
Este artículo, del blog Cierta Ciencia, se puede leer aquí.