Más allá de las alteraciones sufridas durante la embriaguez y de efectos que se manifiestan tras ella como el síndrome de abstinencia, el alcohol puede obrar un llamativo cambio mental en los bebedores.
Las personas que beben alcohol en exceso muestran una disfunción más extensa en sus cerebros de lo que se pensaba. Así lo indican los resultados de un nuevo estudio realizado por el equipo de Theodora Duka y Charlotte Rae, de la Escuela de Psicología en la Universidad de Sussex, Reino Unido.
El hallazgo principal de esta investigación es que los cerebros de quienes beben mucho alcohol tienen que esforzarse más que los de la gente normal para sentir empatía hacia otras personas que sufren.
La investigación se hizo sobre 71 sujetos de estudio (de Francia y el Reino Unido). La actividad cerebral de estas personas se observó mediante escáneres de resonancia magnética funcional de imagen mientras realizaban una tarea de evaluación del dolor sufrido por otros. La mitad de estas personas fueron clasificadas como consumidores de cantidades excesivas de alcohol y la otra mitad no. Los bebedores estaban sobrios durante los experimentos.
El consumo excesivo de alcohol se definió como el consumo de más de 60 gramos de alcohol puro (equivalente a unas tres cuartas partes de una botella de vino) en al menos una ocasión en los últimos 30 días. Alrededor del 30% de todos los mayores de 15 años que beben alcohol en el Reino Unido y Francia cumplen con este criterio.
En la tarea se mostró a los participantes una imagen de una extremidad lesionada, y se les pidió que imaginaran que la parte del cuerpo era de otra persona, y que declararan cuánto dolor estaba asociado con la imagen. Los participantes que bebían alcohol en exceso tuvieron que esforzarse más que los participantes sin ese problema cuando trataron de adoptar la perspectiva de otra persona que experimentaba el dolor; tardaron más tiempo en responder y los escaneos revelaron que sus cerebros tenían que trabajar más duro (utilizar más recursos neuronales) para apreciar la intensidad con la que otra persona sentiría el dolor.
Una imagen estándar de cerebro humano (no proveniente de la nueva investigación). (Foto: Charlotte Rae)
El estudio también reveló una disfunción más generalizada de lo que se había pensado anteriormente; una zona visual del cerebro, que participa en el reconocimiento de partes del cuerpo, mostró niveles de activación inusualmente altos en los consumidores de cantidades excesivas de alcohol. Esto no ocurría en los consumidores de cantidades moderadas de alcohol que miraban las mismas imágenes.
«Nuestros resultados son bastante sorprendentes», confiesa Rae. «Nuestros datos muestran que los consumidores de cantidades excesivas de alcohol necesitan esforzarse más para sentir empatía por otras personas con dolor. Necesitan usar más recursos en términos de mayor actividad cerebral que los bebedores moderados. Lo que esto significa en la vida cotidiana es que las personas que beben alcohol en cantidades excesivas pueden tener dificultades para percibir el dolor de los demás. No es que sientan menos empatía, sino que tienen que destinar más recursos cerebrales para poder hacerlo. Sin embargo, en determinadas circunstancias, cuando esos recursos son limitados, esos bebedores pueden tener dificultades para reaccionar con empatía a los demás». (Fuente: NCYT de Amazings)