La Federación Mundial de Salud Mental (World Federation for Mental Health-WFMH) ha manifestado su profunda preocupación por la crisis de salud mental generada por la pandemia del COVID-19.
En este sentido, ha hecho un llamamiento a todos los países y sus gobiernos para que promuevan planes nacionales de salud mental, con el fin de manejar las consecuencias del COVID-19 en la salud mental.
Tal y como señala la Federación, se ha observado a nivel mundial un incremento de casos de ansiedad y depresión, y de ingresos por causas de salud mental en los hospitales. La situación en los hospitales psiquiátricos es grave, afirma, expresando a su vez su inquietud por la seguridad de los y las pacientes y los proveedores de atención médica, así como por la preservación de los derechos de los pacientes en estos tiempos difíciles.
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En el contexto actual, tanto los proveedores de atención a la salud mental como los y las pacientes, están expuestos al grave riesgo del COVID-19. Muchos hospitales psiquiátricos carecen de suficientes equipos de protección personal, así como de regulaciones con respecto al uso de dichos equipos, procedimientos de prueba adecuados y protocolos de seguridad bien definidos para manejar la pandemia. Asimismo, hay escasez de personal en los hospitales debido a factores económicos y relacionados con la seguridad.
Durante la situación de confinamiento impuesto por la pandemia del COVID-19, se suspendieron muchas actividades básicas, como la terapia grupal, ordenando a los pacientes que se aislasen en habitaciones que, a menudo, carecen de televisores, Internet u otros medios electrónicos para facilitar el contacto social con familiares y amigos, lo que, a juicio de la WFMH, genera una mayor sensación de aislamiento, un aislamiento forzado que va en contra de todos los principios fundamentales de la atención en tales instalaciones, puede tener consecuencias nefastas para su salud mental, particularmente para las personas deprimidas y /o con conducta suicida.
A este respecto, la Federación considera prácticamente imposible el mantener separados a los pacientes infectados y no infectados en los hospitales psiquiátricos, debido al hecho de que los pacientes solo pueden aislarse una vez son sintomáticos y han dado positivo al COVID-19. De modo que, mientras no hay un diagnóstico positivo, están en contacto con el resto de las personas ingresadas. Igualmente, las personas pueden desconocer los peligros de la infección, estar deprimidas y/o sentirse indiferentes ante el riesgo.
Así, con motivo del COVID-19, los centros de salud mental deben hacer frente al dilema derivado de los efectos del aislamiento y el distanciamiento físico: por un lado, el distanciamiento físico es una medida clave para restringir la propagación de la enfermedad, mientras que, por otro, el aislamiento puede ser extremadamente peligroso para los pacientes en un hospital psiquiátrico, particularmente aquellos que experimentan ansiedad, confusión y depresión (todo lo cual, señala, son emociones comunes en la situación actual pero que probablemente se exacerban en el caso de las personas hospitalizadas en hospitales psiquiátricos).
Dado todo lo anterior, la Federación Mundial de Salud Mental insta a los gobiernos a que desarrollen políticas y protocolos claros, que garanticen una mayor protección contra el aumento de la infección de pacientes en hospitales psiquiátricos, donde la situación es grave.
Concluye recordando la importancia de la paridad entre salud mental y salud física, y subrayando el derecho de las personas con problemas de salud mental a la seguridad, protección, atención y políticas humanitarias que tengan en cuenta sus necesidades individuales de salud mental y protejan su vulnerabilidad.
Fuente: WFMH