Las investigadoras del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad de Valladolid (UVa) (España) Noelia Somarriba Arechavala y Pilar Zarzosa Espina han estimado la calidad de vida en la Unión Europea desde un enfoque pionero: la percepción que tienen los individuos de su propio bienestar. También han medido las diferencias entre países y en función del género.
En muchas ocasiones, las decisiones dirigidas a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos se toman considerando indicadores puramente económicos y objetivos. Sin embargo, esta perspectiva puede perder de vista otros aspectos importantes relativos a las propias personas y su bienestar.
“Nuestro trabajo intenta proporcionar un enfoque para medir la calidad de vida de los ciudadanos de la Unión Europea desde el punto de vista que los propios individuos tienen de su bienestar. Además, se intenta analizar en profundidad cuáles son los factores más importantes que determinan esta calidad de vida subjetiva en un dominio espacial tan complejo como Europa, dadas las diferencias culturales, históricas y económicas existentes entre los distintos territorios”, precisan a DiCYT las investigadoras.
El indicador sintético utilizado fue propuesto inicialmente en 1977 por el catedrático de Econometría Bernardo Pena, con quien ambas investigadoras desarrollaron sus respectivas tesis doctorales. Se trata de una metodología pionera para medir el bienestar social, la calidad de vida y otros conceptos.
Detalle de una pareja paseando. (Foto: UGR)
En este trabajo, han tratado de estimar la calidad de vida desde una perspectiva múltiple: individual, de género y territorial. “Hemos agregado una batería de indicadores parciales que recopilan la satisfacción del individuo en diferentes dominios de su vida: educación, trabajo, ingresos, vivienda, vida familiar, salud, vida social, satisfacción con la vida, situación económica del país y felicidad”, detallan.
Los resultados apuntan que son la satisfacción con la vida, la vida social y la felicidad, por este orden, los indicadores parciales que más aportan al indicador sintético. Además, se observa un grado significativo de disparidad entre los individuos de la Unión Europea respecto a su calidad de vida subjetiva y también diferencias significativas por género en 23 de los 28 países, con excepción de Bélgica, Dinamarca, los Países Bajos, Estonia y Alemania.
Además, en la mayoría de los países, los hombres experimentan mayores valores de bienestar subjetivo que las mujeres, excepto en Dinamarca, Finlandia, Alemania, Bélgica e Irlanda.
Por otro lado, la salud individual percibida tuvo un fuerte efecto positivo en la calidad de vida subjetiva. Esta calidad de vida decrece con la edad, hasta cerca de los 60 años. En cuanto a las características individuales, en los hogares de mayor tamaño parecen estar más satisfechos con su calidad de vida. Asimismo, las personas que viven en pareja y aquellos que tienen un elevado nivel educativo tienen una mejor percepción de su calidad de vida. En cambio, los problemas de vivienda ejercen el efecto contrario.
A nivel macroeconómico, apuntan las investigadoras, “destaca con fuerza el efecto positivo del componente educativo, así como el del nivel de ingresos, mientras que el nivel de precios más bien tiene un efecto negativo”. Asimismo, los indicadores de desempleo de larga duración, pobreza y exclusión social tienen un efecto claramente negativo sobre la calidad de vida percibida por el ciudadano.
“Nuestro trabajo muestra la importancia de utilizar un marco combinado de género, clase social, salud y entorno socioeconómico al analizar los determinantes de calidad de vida, sin ignorar las posibles diferencias espaciales. A partir de los resultados, se deduce que para lograr mejoras en la calidad de vida de los ciudadanos, los responsables políticos de la Unión Europea deberían tener entre sus objetivos prioritarios las políticas de igualdad de género, las mejoras en la salud y en la educación de los individuos, y la reducción de los problemas de exclusión, desempleo, privación y vivienda”, concluyen. (Fuente: Cristina G. Pedraz/DICYT)