Una investigación analiza la relación que existe entre los distintos trabajos que realizan las mujeres y las repercusiones en su salud mental, considerando trabajo tanto al empleo rentado como a las tareas de cuidado de la familia y organización del hogar.
Melina Pastore, de la Facultad de Psicología en Universidad Nacional de Rosario (Argentina) forma parte del equipo que lleva adelante el proyecto “Vivencias y usos del tiempo en mujeres trabajadoras de la ciudad de Rosario. Relación con la salud mental”. El estudio está en una etapa inicial y en esta instancia la psicóloga tiene a su cargo el relevamiento y análisis del material bibliográfico e investigaciones realizadas en Argentina en torno a esta problemática.
“Es un campo de investigación muy poco desarrollado, con grandes áreas de vacancia. Comprobamos que el principal enfoque que hay proviene de la economía feminista, que plantea la doble carga de trabajo que sufren las mujeres y evidencia la importancia de medir el trabajo doméstico no remunerado. En la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Mujer, que se realizó en Bejing en 1995, empieza a recomendarse la realización de trabajo estadístico a partir de la aplicación de las encuestas sobre el uso del tiempo”, amplía.
Es el movimiento feminista el que comienza a considerar el cuidado del hogar y la familia como un trabajo, ampliando el concepto que hasta el momento quedaba restringido al empleo rentado. Si bien este proceso de visibilización lleva años, aún se considera el trabajo doméstico como natural de las mujeres, “como si la capacidad biológica de parir viniese asociada a una mayor capacidad de cambiar pañales o limpiar el baño.”
En este sentido, la investigadora sostiene que ya en la década de 1970 el movimiento feminista exigía un reconocimiento económico para el ama de casa, además de considerar que el trabajo de cuidado, el doméstico, es el que sostiene la base de la sociedad; es en el hogar donde se cuida y alimenta a los actuales y futuros trabajadores y donde se inculcan las normas y valores que sustentan la organización social.
Pastore señala que con el ingreso de las mujeres al mercado laboral no hubo, al menos hasta los últimos años y en la mayoría de los casos, una modificación significativa en la distribución de las tareas del hogar, que siguen recayendo sobre la mujer o, en el mejor de los casos, son encargados a otra mujer, pero esta vez en calidad de empleo rentado.
Melina Pastore. (Foto: Camila Casero / Universidad Nacional de Rosario / Argentina Investiga)
Lo que el equipo de investigación indaga son las consecuencias que tiene sobre la salud de las mujeres esta doble carga de responsabilidad. Lo primero que pudieron establecer es que la mayoría de las mujeres, trabajadoras y con familia a su cargo, sufren una falta estructural de tiempo, que suele tener como principal consecuencia una postergación de ellas mismas, de su tiempo de ocio, de formación personal e incluso de cuidado de su salud.
La psicóloga detalla que durante 2017 realizaron un estudio de corte exploratorio para indagar las actividades laborales y el uso del tiempo que realizan las mujeres de la ciudad de Rosario. Para esta tarea se diseñó un cuestionario, compuesto por tres instrumentos: “el diario de actividades del día anterior”; una encuesta de malestar psicológico, que evalúa el nivel de cansancio, intranquilidad o tristeza y una escala de medición de “bienestar subjetivo”. Este cuestionario se aplicó, a modo de prueba piloto, a sesenta mujeres de entre 18 y 60 años.
“Las primeras conclusiones que obtuvimos de este trabajo indagatorio es que el 93% de las mujeres tiene un empleo o realiza alguna actividad independiente con fines de lucro, además de las tareas domésticas y de cuidado en el interior del hogar”, señala Pastore, quien sostiene que esta doble carga de trabajo lleva a las mujeres a tomarse a ellas mismas como variable de ajuste. “Las encuestadas señalaron que dedican sólo el 5% del tiempo a actividades expresivas, educativas o lúdicas vinculadas con ellas mismas.”
La naturalización de las tareas domésticas hace que muchas veces las mujeres no puedan reconocer cuál es su tiempo libre y cómo distribuyen la jornada. En este sentido, y a modo de ejemplo, la investigadora relata que en una de las encuestas la entrevistada había dejado unas horas en blanco, cuando se le pide que explique qué son esas horas “de nada”, respondió que era tiempo que había dedicado a supervisar la realización de las tareas escolares de sus hijas, mientras había puesto una carga en el lavarropas y terminaba de acomodar la cocina. “Hay una idea generalizada de que la mujer tiene una capacidad natural de hacer muchas cosas al mismo tiempo, una habilidad ancestral que no es más que un mito que sirve para naturalizar ese rol doméstico al que históricamente quedó relegada la mujer y que tiene consecuencias para su subjetividad y su bienestar”, explica.
Al ser el trabajo doméstico y de cuidado una labor naturalizada, invisible, no suele recibir el suficiente reconocimiento. El reconocimiento es un valor simbólico muy importante y tiene efecto en la salud de las personas; la falta del mismo puede producir angustia y sufrimiento. “Especialmente si se toma en cuenta que muchas veces es muy difícil determinar si hubo una decisión personal de hacerse cargo de estas tareas o fueron recibidas como un mandato natural determinado por el género y que conlleva mucha presión”, considera la psicóloga, quien profundiza en este tema sosteniendo que el cuidado de la familia está asociado con un acto de amor, y los límites entre el amor y el sacrificio no suelen estar del todo claros.
La investigadora señala que en los últimos años ha habido grandes cambios en la concepción de la femineidad, pero aún así están muy incorporadas esas ideas de que una mujer debe poder con todo y además verse linda y estar conforme porque está en su naturaleza. Destaca que a mediados del siglo XX se habían promocionado manuales que eran reproducidos por las revistas femeninas, acerca de cómo ser una buena ama de casa. Para Pastore, “lejos de ser una cuestión natural, un manual sobre cómo se tiene que comportar una ama de casa es una construcción social, la percepción de la femineidad (como la de la masculinidad) es una construcción histórica que está armada por rasgos y funciones que se le atribuyen a la mujer y es formada por mandatos.”
Para Melina Pastore los cambios sociales deben ir acompañados por cambios en la legislación, que permitan modificar la forma en que se atribuyen los roles en torno al cuidado: “Si la licencia por paternidad dura dos días poco puede participar ese padre de los primeros momentos de su hijo. Es algo que hay que ir desarmando; aún está muy arraigada la idea de que el cuidado de los niños y las niñas está a cargo de la madre, cuando en realidad todos necesitamos cuidados y todos podemos brindarlos.”
“La idea de que existan capacidades que son femeninas, así como roles y tareas de cada uno de los géneros no es más que una construcción histórica y social, que en muchos casos puede producir sufrimiento. Cuestionar estas ideas permite que se visibilicen y no sean consideradas como naturales y se sigan sosteniendo en el tiempo”, reflexiona.
El proyecto “Mujeres, trabajos y salud mental” fue presentado en la convocatoria de Jóvenes Investigadores de la Universidad Nacional de Rosario y es una ramificación de la investigación “Vivencias y usos del tiempo en mujeres trabajadoras de la ciudad de Rosario. Relación con la salud mental”, dirigido por Melisa Mandolesi y Romina Cattaneo, y del que forman parte junto a Pastore, Cristián Raspo, Nicolás Morguen, Romina Taglioni, Amparo Aragón, Gabriela Latini y Tania Corsetti. (Fuente: Universidad Nacional de Rosario / Argentina Investiga)