Envejecer forma parte de la naturaleza de todos los seres vivos, no obstante, no todas las personas transitan este proceso de la misma manera. En la forma en que cada ser humano llegará a esta etapa de la vida inciden distintos factores, como las características fisiológicas, la genética, el estilo de vida, la historia personal y el contexto socioeconómico en que se desarrolla.
El envejecimiento conlleva una serie de cambios a nivel físico, psicológico y social, los cuales repercuten en el propio individuo, en la manera en que afronta esta nueva situación y en su entorno afectivo.
Entre las principales transformaciones que se producen en esta etapa vital es posible mencionar el declive de las funciones cognitivas, como la memoria, la atención, el lenguaje y las habilidades viso-espaciales. Sin embargo, este deterioro no se produce de forma generalizada, ya que algunas funciones disminuyen lentamente a lo largo de la vejez, mientras que otras se mantienen o mejoran aún en etapas tardías.
Las transformaciones que resultan esperables como consecuencia del paso del tiempo reciben el nombre de envejecimiento normal o saludable. De esta manera, se entiende que la vejez no constituye una enfermedad en sí misma, pero la probabilidad de enfermar durante esta etapa y que esto tenga consecuencias negativas es mayor que en otros períodos de la vida. Es decir, el envejecimiento es patológico cuando se acompaña de distintas afecciones que dificultan la adecuada adaptación del individuo, disminuyendo su capacidad funcional y mermando su autonomía.
En este contexto, es esperable que la vejez implique cierto grado de problemas de memoria, así como la disminución de otras funciones cognitivas complejas, sin embargo estos cambios son manejables y no interfieren en la realización de las actividades diarias. Por lo tanto, existen diferencias importantes entre los cambios naturales que se producen en el curso del envejecimiento y la pérdida de memoria asociada a una demencia, como la enfermedad de Alzheimer.
Además, los problemas de memoria y otras alteraciones en las funciones cognitivas tienen muchas causas posibles. Diversas afecciones médicas pueden producir síntomas similares a la demencia, como una infección, la depresión o los efectos secundarios de la medicación. En estos casos, el problema de base se puede tratar y mejorar los procesos cognitivos. Por este motivo, es importante realizar un adecuado diagnóstico diferencial que permita determinar la causa del problema.
A diferencia de lo mencionado anteriormente, la demencia es una enfermedad neurodegenerativa de naturaleza crónica y progresiva, es decir, se produce por la degeneración o muerte de las células que forman los tejidos neuronales, e implica la pérdida del funcionamiento cognitivo y de las habilidades conductuales, afectando la calidad de vida de la persona y su capacidad para realizar las actividades diarias. En este sentido, el deterioro cognitivo que produce difiere de aquel que acontece naturalmente en el curso del envejecimiento tanto por las funciones que se ven afectadas como por su intensidad.
Si bien la pérdida de memoria es uno de los síntomas más reconocibles de la demencia, no es el único. Las personas con demencia también desarrollan otras afecciones, como dificultades en el lenguaje, la percepción viso-espacial, la atención, el razonamiento y el juicio. Estos síntomas además suelen acompañarse de alteraciones emocionales y conductuales, que disminuyen la motivación, la iniciativa y la capacidad de interacción social. Por lo tanto, entre los síntomas más comunes es posible mencionar:
- Memoria: olvidos frecuentes, pérdida de objetos o colocación de los mismos en lugares inadecuados, repetición de preguntas o rememoración de acontecimientos del pasado a la vez que presenta dificultades para recordar información reciente.
- Lenguaje: dificultades para encontrar las palabras adecuadas, sustitución de palabras por otras erróneas, pausas en las oraciones.
- Razonamiento y juicio: dificultades para planificar y ejecutar actividades simples, errores al momento de tomar decisiones.
- Habilidades viso-espaciales: confusión y desorientación en lugares conocidos, dificultades para aprender un recorrido nuevo.
- Alteraciones conductuales y emocionales: apatía, pérdida de iniciativa, depresión, ansiedad, irritabilidad o delirios.
En los últimos años, el aumento en la expectativa de vida de la población ha generado que la prevalencia de la enfermedad de Alzheimer se vea incrementada. Ésta constituye la forma más frecuente de demencia en personas mayores de 65 años y es una de las principales causas de discapacidad y dependencia.
Asimilar el deterioro de la memoria y la posible aparición de una demencia es un proceso difícil, por lo que muchas personas intentan ocultar o compensar estos problemas de memoria. De igual manera, los familiares y amigos pueden no ser conscientes de esta situación o haberse adaptado a la misma. En muchos casos, la falta de información sobre el tema, puede llevar a que las personas y su entorno cercano reproduzcan prejuicios y estereotipos en relación a la vejez y sus complicaciones, lo que retrasa la posibilidad de realizar un diagnóstico temprano. Por esta razón, ante la presencia de cualquier posible síntoma de demencia lo recomendable es solicitar una consulta médica para establecer un diagnóstico oportuno y elaborar el plan de tratamiento más acorde a cada caso particular.
Fuente: Terapia NeurocognitivaAutores:Milagros Ferreyra y Martín Gabriel Jozami Nassif Miembros de Terapia Neurocognitiva