La mayoría de los humanos nos sentimos mal si lastimamos a otro, aunque sea un completo desconocido. Esta aversión a dañar a los congéneres es fundamental para el desarrollo moral normal y está mermada o ausente en individuos antisociales violentos. Desafortunadamente, se sabe poco sobre lo que nos hace reacios a causar daño y no hay por ahora tratamientos farmacológicos efectivos para erradicar el impulso de ejercer la violencia en delincuentes psicópatas caracterizados por la falta de aversión a dañar a otras personas.
En un nuevo estudio, un equipo de neurocientíficos del Instituto Neerlandés de Neurociencia (KNAW) muestra que las ratas, tanto machos como hembras, muestran aversión a causar daño a sus congéneres, aunque sean unos completos desconocidos. Este fenómeno depende de la misma región cerebral asociada con la empatía en humanos. El hallazgo indica que la aversión a dañar al prójimo está profundamente arraigada en nuestra biología y allana el camino para futuras investigaciones sobre cómo aumentar, en sujetos con ciertas enfermedades mentales, la aversión a dañar a otras personas.
Tendemos a creer que solo los humanos poseemos sentimientos morales. Según esta creencia, los animales son egoístas; en su lucha por la vida deben preocuparse solo por ellos mismos y por sus hijos, no por extraños. En este estudio, el equipo de Valeria Gazzola y Julen Hernández-Lallement investigó si esto es cierto.
Los científicos dieron a las ratas la opción de elegir entre dos palancas que podían presionar para recibir dulces (pastillas de sacarosa). Después de que las ratas habían desarrollado una preferencia por una de las dos palancas, los científicos cambiaron el sistema de entrega para que presionar la palanca preferida también produjera una desagradable descarga eléctrica en el suelo pisado por una rata vecina. Esta reaccionaba chillando de dolor. Las ratas dejaron de usar su palanca favorita tan pronto como vieron que obtener el dulce significaba lastimar a su vecina. Esto ocurría tanto si la vecina era una rata con la que habían convivido, como si era una total desconocida.
Ratones de laboratorio. (Foto: CDC)
Para explorar la similitud entre el ser humano y la rata en cuanto a la aversión a dañar semejantes, los investigadores fueron un paso más allá. En humanos, algunos experimentos de conducta durante los cuales se captaron imágenes del cerebro mediante escaneos por resonancia magnética funcional muestran que la corteza cingulada anterior, una región entre los dos hemisferios del cerebro, se ilumina cuando las personas se identifican con el dolor de otro humano.
Los investigadores habían demostrado que la misma región cerebral en la rata contiene neuronas espejo emocionales, cuya acción se traduce en que las neuronas del dolor de la rata que observa ejecutan una representación del dolor observado en la rata que sufre.
En el nuevo estudio, el equipo de Gazzola y Hernández-Lallement redujo la actividad en la misma región cerebral de la rata al inyectar allí un anestésico local y observó que las ratas después dejaron de evitar dañar a otra rata por dulces. «Que las ratas y los humanos usemos la misma región del cerebro para evitar dañar a nuestros congéneres es sorprendente. Muestra que la motivación moral que nos impide dañar a nuestros semejantes es evolutiva, está profundamente arraigada en la biología de nuestro cerebro y es compartida con otros animales», comenta Gazzola. (Fuente: NCYT Amazings)