El cuidado de la salud mental, el hábito menos atendido en las personas con discapacidad

El estudio se enmarca, por tanto, dentro de este concepto global de vida saludable que establece que la salud depende del bienestar emocional, del bienestar físico y del bienestar social, estando estas tres áreas interrelacionadas entre sí, de forma que el deterioro en una de ellas genera un desequilibrio en todo el sistema, impidiendo gozar de una salud óptima.

En relación con el bienestar emocional, las personas entrevistadas califican haber sufrido un elevado malestar y un grave impacto emocional en el momento específico asociado al diagnóstico, reclamando la necesidad de que este proceso se realice con un “acompañamiento emocional adecuado”. La discapacidad tiene además un impacto negativo en su autoestima al ir asociada a un deterioro en las capacidades motoras u orgánicas. Según se desprende de los resultados de la encuesta, el rechazo hacia su condición y la depresión son consecuencias habituales en este proceso, de forma que el 66,3% de los participantes manifiestan sentirse “emocionalmente indiferentes, regular o mal con su situación de discapacidad”, frente a un 4,5% que afirma sentirse muy bien.

Los participantes señalan que la primera fase de adaptación a la discapacidad es la más difícil tanto para la persona como para el entorno cercano, que tienen que superar los procesos de asimilación, duelo y aceptación de la discapacidad. A este respecto, el 62,3% de las personas entrevistadas reconoce que atravesó momentos emocionales muy difíciles y el 68% señala que la discapacidad tuvo consecuencias negativas en su entorno cercano. El aislamiento supone otra de las consecuencias negativas que suelen ir asociadas a la discapacidad. De forma que, tal y como concluyen los autores del estudio, “es esencial que tanto las personas con discapacidad como sus allegados tengan acceso directo a la información, asesoramiento y tratamiento emocional de calidad desde el primer momento” y que se promuevan acciones para impulsar su actividad fuera del hogar y aumentar su contactos sociales.

A pesar de que el apoyo psicológico profesional es una ayuda que las personas con discapacidad han valorado como fundamental para aceptar su proceso, el porcentaje de personas que han acudido a estos servicios es muy bajo. Los autores han identificado una gran resistencia a utilizar servicios de psicología dentro del colectivo de personas con discapacidad, asociada a la vergüenza a reconocer la propia vulnerabilidad o al estigma asociado a tener un problema de salud mental.

Respecto al bienestar físico, los resultados del estudio revelan que la dificultad para adoptar una actitud proactiva en el cuidado de la salud física requiere la aceptación de la persona y la discapacidad, tal y como reconocen los propios encuestados, siendo el aspecto más valorado por la mayor parte de los encuestados (91,1%) la capacidad para poder desarrollar las actividades de la vida diaria. Asimismo, la principal motivación para cuidarse físicamente es “sentirse bien consigo mismos” según el 87,8% de los entrevistados, mientras que la falta de motivación para cuidarse físicamente (informada por el 65,5% de los participantes) es debida a una escasa fuerza de voluntad (32,3%) y al olvido (25,1%). En general, más de la mitad de las personas entrevistadas (63,1%) señala que la percepción de su salud es regular, insatisfactoria o muy insatisfactoria. A este respecto, un porcentaje un poco más elevado (75,6%) reconoce tener hábitos de salud negativos, como horas de descanso insuficientes (39%) o consumo de tabaco (28,8%), frente a un 55% que señala practicar alguna actividad física de manera regular, como caminar o actividades acuáticas.

En relación al cuidado de su salud, las visitas de seguimiento en el caso de las personas con discapacidad con un alto grado de dependencia son vividas con una elevada carga de estrés para la persona y los cuidadores, debido a la dificultad que supone en la mayor parte de los casos desplazarse hasta el centro de salud. De igual forma, los participantes denuncian la falta de accesibilidad de los dispositivos asistenciales, que aún no están adaptados a las personas con movilidad reducida. A este respecto, los entrevistados valoran la necesidad de facilitar canales de contacto más ágiles con los profesionales médicos que eviten este tipo de desplazamientos.

Finalmente, respecto al área del bienestar social, los resultados revelan que si bien el 75,5% de las personas entrevistadas valora la vida social y las relaciones personales como un pilar básico para alcanzar una vida óptima, el 43% señala que esta área se ha visto especialmente dañada con la discapacidad. A la hora de establecer contactos sociales, la principal barrera que señalan el 69,8% de las personas con discapacidad es la desmotivación o la ansiedad, mientras que el 19,2% señala que se trata de un problema de accesibilidad.

En relación al trabajo, sólo el 41,5% se encontraba trabajando en el momento de la encuesta y el 49% afirmó que el proceso de inserción laboral es largo, con una duración media de más de dos años. Más allá, un 44,9% de los encuestados señaló haber perdido oportunidades laborales por su problema de discapacidad.

En definitiva, si bien algunos hábitos están plenamente instaurados en las personas con discapacidad, como la higiene diaria, las revisiones médicas o la alimentación saludable, otras áreas se encuentran más deficitarias, como las actividades de ocio, la práctica de deportes y especialmente, el cuidado de la salud mental.

Las personas interesadas pueden acceder al informe en el siguiente enlace:

I Estudio DKV sobre los hábitos de salud de las personas con discapacidad

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