¿Existe la ley de Murphy?

La ley de Murphy, que no es una ley científica formal, puede resumirse en la frase «Si hay algo que puede ir mal, tarde o temprano irá mal». Esta ley toma su nombre de un ingeniero aeroespacial, Edward Murphy, que trabajó bastante en cuestiones de seguridad. Los accidentes y las averías, con las consecuencias negativas que pueden tener, estaban por tanto muy presentes en su mente. Pero el origen de la formulación de la ley que lleva su nombre no es un estudio científico sino un enfado.

Parece ser que durante su trabajo técnico en la Fuerza Aérea estadounidense, un día de finales de la década de 1940 se sintió muy frustrado y enojado a raíz de un error humano bastante grande en la preparación técnica de unas mediciones. Al parecer, hizo un comentario despectivo e ingenioso contra el responsable del error. Dijo, más o menos, que si se le daba la oportunidad de cometer un error, lo cometería.

No está claro si esta frase comenzó a adoptar su forma de ley científica no oficial sobre probabilidades de fallos, por obra del propio Murphy, quizá cada vez más irritado ante los errores de miembros de su equipo, o bien por obra de estos, seguramente molestos por su mal genio y su afán de culpabilizarles. En cualquier caso, la consecuencia positiva de este modo un tanto pesimista de calcular los riesgos fue adoptar la filosofía de tener en cuenta todas las situaciones de desastre, incluso las que parezcan casi imposibles, para poder prevenirlas y lograr de este modo la mejor seguridad en cualquier proyecto.

Y así, en la década de 1950, comenzaron a aparecer comentarios coloquiales en revistas técnicas y otros medios, sobre casos concretos de aplicación de esa ley de Murphy, como por ejemplo «Si una pieza se puede instalar de manera incorrecta en un avión, alguien acabará haciéndolo». Con el paso del tiempo, el uso de afirmaciones parecidas se ha ido extendiendo a muchos otros campos, incluyendo algunos que ni siquiera son técnicos.

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(Foto: Pixabay)

Pero ¿funciona o no la ley de Murphy?

Podemos contestar que sí o que no dependiendo de a qué se la pretenda aplicar. Parece claro que tarde o temprano alguien cometerá un error, y también que una máquina que se usa acabará averiándose, por dar dos ejemplos. En definitiva, si algo puede salir mal, saldrá mal en alguna ocasión, siempre y cuando dejemos transcurrir el número suficiente de ocasiones. Es una cuestión de estadística. Sin embargo, hay otros fenómenos en los que se tiende a implicar a la ley de Murphy pero que en realidad dependen de otros factores, con especial participación de la psicología humana.

A menudo, en cuestiones como por ejemplo la de protegernos de la lluvia con un paraguas, tendemos a recordar más lo negativo que lo positivo, y eso puede distorsionar nuestra percepción del riesgo. Un ejemplo de ello es la sensación, muy común, de que si llevamos con nosotros un paraguas cuando está nublado, no lloverá, pero que si olvidamos cogerlo entonces habrá muchas probabilidades de que llueva y quedemos empapados, y se implica a menudo a la ley de Murphy en este curioso mecanismo meteorológico de precipitaciones regido por la ausencia de paraguas. Aunque esa creencia no tiene ninguna base científica, los factores psicológicos pueden transmitirnos la sensación de que sí hay más riesgo de que llueva cuando no llevamos paraguas. El recuerdo vívido de quedar empapados bajo la lluvia eclipsa al de las veces que, estando nublado, hemos olvidado coger el paraguas, y no nos ha llovido.

La tostada que se cae accidentalmente al suelo es otro caso famoso de desastre doméstico en el que se tiende a implicar a la ley de Murphy, como reveladora de una presunta tendencia del universo a fastidiarnos siempre que puede. Se suele decir que es más probable que la tostada aterrice con la cara untada de mantequilla abajo y la desprovista de ella arriba, y una explicación según esa peculiar interpretación de la ley de Murphy es que de ese modo se mancha el suelo, consiguiéndose el objetivo de complicarnos un poco más el día, mientras que si la tostada cayera del revés esto no se lograría.

Por supuesto, esa explicación solo la podemos aceptar en nuestra imaginación. Entonces ¿eso significa que la tostada tiene las mismas probabilidades de caer con el lado de la mantequilla orientado hacia el suelo que vuelto hacia arriba? En principio, así debería ser, pero no está tan claro. Según una investigación realizada por el físico Robert Matthews y que se publicó en la revista académica European Journal of Physics, parece que, después de todo, sí es más probable que el lado de la tostada que entre en contacto con el suelo sea el untado con mantequilla, mermelada o lo que sea. Según esta investigación, las circunstancias típicas en las que se nos cae al suelo una tostada, incluyendo la posición con el lado untado hacia arriba en la que solemos sostenerla al comerla, el movimiento giratorio que inicia al ser soltada accidentalmente, y el rango de distancias más común entre la mano y el suelo cuando estamos sentados ante una mesa, tienden a provocar que la tostada gire lo bastante para que la cara untada quede abajo, pero no lo suficiente como para quedar de nuevo con esa cara hacia arriba. Un caso claro de que la simple física parece favorecer a la ley de Murphy… (Fuente: NCYT Amazings)

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