Existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y la complejidad social

Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Santiago de Compostela) y el Instituto de Neurociencia (Valencia) y en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela (USC)  (España) ha analizado, mediante técnicas de seguimiento ocular, los procesos de atención selectiva que determinan la manera en la que exploramos e interactuamos con nuestro entorno. Para ello, los investigadores han estudiado el recorrido que realizan los ojos al observar diferentes patrones decorativos representados en objetos cerámicos prehistóricos. Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, indican que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y la complejidad social.

El estudio se engloba dentro de un nuevo campo científico: la neuroarqueología, una disciplina que combina la neurociencia con la paleontología humana, la arqueología y otras ciencias sociales y humanas. Los investigadores han examinado la respuesta visual de 113 individuos al observar piezas cerámicas prehistóricas pertenecientes a diferentes estilos y sociedades. Las cerámicas analizadas cubren 4000 años de la prehistoria de Galicia (del 4000 a.C. al cambio de era), son representativas de estilos cerámicos, como la cerámica campaniforme, presente en regiones mucho más amplias y son cerámicas representativas de los principales periodos de la prehistoria reciente de Galicia y norte de Portugal. Destaca, entre ellas, el vaso campaniforme de As Pontes de García Rodríguez, guardado en la colección de la Universidad de Santiago; el cacharro del Dolmen de Parxubeira (Coruña), otro de un poblado calcolítico de Chaves (norte de Portugal) y una jarra del mundo castrexo del procedente del Castro de O Neixón (Boiro) y característica del bien conocido tipo “jarra Toraia”.

Para realizar este análisis, las cerámicas fueron reproducidas replicando la tecnología prehistórica por un equipo de ceramistas de la “Fundación Terra Termarum Castrolandín”, dirigidos por la restauradora Yolanda Porto, de la empresa de Restauración Fráxil.

[Img #54617]

(Foto: CSIC)

“Los voluntarios fueron fichados, sus datos anonimizados y firmaron consentimientos informados. Cuando se iniciaron los trabajos, a fines del 2014, no estaban generalizadas las convenciones de protección de los datos personales en todos los campos de la ciencia, por lo que si no hubiéramos tomado estas precauciones, hoy esta investigación no podría ser publicada en la mayor parte de las revistas por no alinearse con la nueva política de protección de datos personales que en mayo del año pasado aprobó la Unión Europea”, explica Elena Cabrejas, del Incipit, responsable de la coordinación de los voluntarios.

“En el estudio planteamos la posibilidad de que la vida cultural y social influya en el proceso cognitivo. Los movimientos oculares son la prueba más objetiva de que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y los cambios en la complejidad social”, explica Felipe Criado Boado, profesor de investigación del CSIC y director del Incipit, quien añade que “la prominencia visual de cada estilo cerámico produce una respuesta visual distinta. La cerámica prehistórica comprende una parte importante del mundo material que rodeaba a los individuos de esa época. Por eso un análisis de este tipo no es únicamente factible, sino que aporta resultados muy significativos”.

Luis Martínez Otero, investigador del IN, explica que “en nuestro cerebro existen circuitos neuronales, o mapas, que representan nuestro espacio personal y peripersonal. Estos circuitos determinan la manera en que nos relacionamos socialmente y también con el mundo que nos rodea. Con este tipo de experimentos, estamos demostrando que estas representaciones se ven alteradas por el uso y diseño de herramientas y otros artefactos culturales; lo que estamos descubriendo es que se incorporan de manera muy rápida a estos mapas neuronales pasando a formar parte de nuestro esquema corporal como si de una extensión del mismo se tratase. Estos experimentos demuestran inequívocamente que existe una interacción muy estrecha entre cambios culturales y plasticidad cerebral, lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo el cerebro permite la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres”.

Los resultados apuntan a que el sistema de reconocimiento visual humano interioriza de forma muy activa el objeto que observa, lo que demostraría que existe un acoplamiento perceptual entre los observadores y las estructuras materiales de su entorno. “Por ello la percepción no puede separarse de la forma. Desde esta perspectiva puede postularse que la forma de los objetos (la cerámica en este caso) y el patrón de exploración visual que producen han cambiado a lo largo de la historia, y están conectadas con el comportamiento cognitivo de la misma forma que lo están con el ámbito social, incluida la complejidad social”, continúa Criado.

Los análisis fueron realizados en el Laboratorio de Percepción de la Universidad de Santiago de Compostela (Facultade de Psicoloxía de la USC), dirigido por Manuel Blanco, especialista en estudios de percepción visual y eye-tracking, actuando Diego Alonso como analista. Con esta técnica se han detectado y analizado los movimientos visuales que hacen las pupilas humanas al observar la cerámica, registrando 500 medidas por segundo, lo que permite medir los más pequeños gestos visuales. Como señala Manuel Blanco, “tendemos a creer que miramos lo que queremos, pero esto no es totalmente cierto: nuestros ojos están explorando sistemáticamente el mundo para seleccionar estímulos y guiar la atención de la forma que sea más eficiente para los humanos. La técnica que hemos utilizado, con el nivel de resolución que tiene, permite detectar cómo la forma de lo que miramos, guía esa exploración instintiva del mundo”.

Criado añade que lo relevante en este caso es que lo que miramos ha sido construido por los propios humanos, y añade: “dado que mientras exploramos el mundo, construimos mapas mentales de éste, los principios de diseño que dieron forma a los objetos, terminan retroalimentado y reemergiendo en nuestra mente”. A partir de aquí surge otra de las conclusiones de este trabajo que muestra que la tecnología es un factor importante en los aspectos mentales de la vida de los humanos. Esto ofrece una nueva perspectiva que ayuda a comprender los procesos de innovación y cambio tecnológico que se producen en todas las épocas históricas, incluidas aquellas en las que aún estamos inmersos. “Se cree que en 2020 habrá 100.000 millones de sensores por todo el mundo captando información de todo tipo y procesándola digitalmente, todos conectados entre sí y funcionando como un gran cerebro humano. Si se cumple esta previsión, la investigación en el campo de los procesos cognitivos y la cultura material a lo largo de la historia puede ser de utilidad en el futuro, de manera que pueda mostrar la forma en que los humanos confían en las imágenes que les ayuden a formar un imaginario colectivo”, concluye el investigador. (Fuente: CSIC)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.