Debido a la emergencia sanitaria generada por la COVID-19, y ante el Estado de Alarma decretado por el Gobierno, los españoles hemos permanecido confinados en nuestras casas durante semanas.
En este periodo de tiempo, nos hemos visto obligados a convivir con la incertidumbre ante una situación que hasta ahora nos era desconocida; el estrés, la ansiedad y el miedo ante la amenaza que pudiera representar; la indefensión ante la dificultad para dar una respuesta eficaz a la misma; el enfado por querer o entender que podíamos hacer las cosas de otra manera más beneficiosa; la tristeza por las pérdidas que hemos ido acumulando etc.
Durante estas semanas, muchas personas han vivido la enfermedad de sus familiares, la suya propia y han perdido a seres queridos de una manera sorpresiva, sin tiempo para prepararse. Hay personas que han perdido su trabajo, dejándoles en una situación complicada y de extrema vulnerabilidad. Otras personas han estado conviviendo en un clima intrafamiliar complejo, incluso violento. Muchas personas han visto cómo debutaban patologías psíquicas o, las que padecían previamente, se agravaban… En definitiva, durante estas semanas hemos intentado adaptarnos a un escenario desconocido para la mayoría.
Este tipo de situaciones que pueden ser vividas como traumáticas por un porcentaje de personas, no siempre van a conllevar una intensa afectación psicológica. Las investigaciones realizadas en casos de ataques terroristas, terremotos, etc., indican que este tipo de experiencias pueden ser también una oportunidad de crecimiento personal debido a la capacidad de resiliencia que tenemos los seres humanos, esto es, la competencia que tenemos para superar circunstancias adversas, e incluso salir reforzado de las mismas.
Así, habrá personas que durante este tiempo de confinamiento hayan descubierto capacidades que hasta ahora no conocían o no sabían que tenían: de adaptación a nuevas situaciones, de autocontrol, paciencia, empatía, gratitud, solidaridad… muchas de ellas reflejadas en actos de apoyo y ayuda a los demás.
El nuevo escenario de desconfinamiento que se inicia ahora supone nuevos retos, pérdidas y por qué no, también ganancias, que hemos de saber afrontar eficazmente para que la vuelta a la normalidad se produzca del mejor modo y lo antes posible. Nos encontrarnos con una situación nueva en la que debemos aprender a vivir y convivir, con el miedo y la incertidumbre que ello conlleva: realmente ¿cambiarán nuestras costumbres?, ¿cambiarán nuestras relaciones?, ¿cambiará nuestro sistema?, ¿cambiaremos nosotros?
Desde el aspecto psicológico son muchas las variables que debemos tener en cuenta, para que dicha adaptación sea lo menos traumática posible, y por tanto lo más positiva en todas las áreas vitales que desarrollamos. No debemos olvidar que el ser humano es biopsicosocial, por lo cual la adaptación no será la misma e igual para todos, va a depender de esas diversidad y amalgama de variables: aspectos de la personalidad, resiliencia, entorno, fortalezas, educación, contexto social, familiar, cultural, etc.