La atención psicológica a los sanitarios durante la pandemia, clave para evitar secuelas emocionales

Según datos del Ministerio de Sanidad español, el número de sanitarios afectados por la COVID-19 supera los 30.000. Pero, además, cada vez más expertos y sociedades médicas, como la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), están advirtiendo sobre las repercusiones emocionales y psicológicas derivadas de estar «en la primera línea de batalla» durante la crisis sanitaria.

A falta de un análisis o una evaluación oficial respecto al impacto emocional de esta situación en los sanitarios, se ha adoptado como referencia un estudio realizado en China con más de mil profesionales de la salud que participaron en el manejo de la pandemia en este país. Los resultados reflejan que más del 50 % presenta síntomas de depresión; el 45 % afirma sufrir ansiedad y un 35 % tiene problemas de insomnio. En la misma línea, la Fundación Galatea (creada por el Colegio de Médicos de Barcelona y que ofrece atención a los profesionales de la salud) estima que el 45 % de las consultas que están recibiendo se deben a casos de ansiedad y estrés ante el riesgo de contagio y el miedo a enfermar, a contagiar a su entorno familiar y a tener que abandonar su labor en caso de caer enfermos.

«Al igual que el resto de la población, los profesionales sanitarios han tenido que enfrentarse a la falta de experiencia previa ante la crisis de la COVID-19, que no se parece a otras situaciones que hayamos vivido. Eso genera miedo e incertidumbre, y puede dar lugar a una sensación de pérdida de control», explica Alba Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.

Junto con la incertidumbre, Alba Pérez destaca el cansancio y el estrés mantenido como dos factores que pueden afectar a la salud física y psicológica de estos profesionales. «Llevan muchas semanas en activo y algunos de ellos con largos turnos de trabajo. Cuando se afronta una situación estresante, el cuerpo se sobreactiva y se pone en alerta. Esto permite que se responda adecuadamente a las exigencias del entorno, pero consume muchos recursos del organismo. Si esta activación se prolonga en el tiempo —como está ocurriendo tanto en el caso de los sanitarios como en el de muchos profesionales de otros sectores, como el social, que están en una situación muy similar—, habrá un coste cada vez más elevado de recursos personales y una mayor afectación», dice Pérez.

Otro factor clave es la falta de recursos. «Se habla mucho de los medios materiales (los EPI o equipos de protección individual), cuya carencia aumenta incuestionablemente la frustración, genera una mayor preocupación y promueve el miedo al contagio, pero la falta de medios técnicos puede ser incluso más importante», señala Alba Pérez. Esta opinión es compartida por Mireia Cabero, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, que afirma que «el sufrimiento psicológico y emocional se produce cuando los recursos personales no están siendo suficientes para hacer frente a la situación. Esta pandemia supone una adversidad social y sanitaria, para la que los profesionales no solo no tienen recursos técnicos, médicos y farmacológicos, sino que también carecen de recursos emocionales para afrontarla».

Ambas expertas coinciden en destacar la necesidad de que los sanitarios reciban ayuda psicológica en el momento actual, mientras están haciendo frente a la gestión de la pandemia, ofreciéndoles estrategias adaptadas a esta situación.

«La falta de recursos psicológicos genera dificultad de afrontamiento, sufrimiento, estrés y emociones como la impotencia, la desesperanza, la ansiedad y la angustia, que impactan en el cuerpo y en la mente y que pueden convertirse en trastornos traumáticos. Contar con el acompañamiento de un equipo especializado facilitará que los recursos que los profesionales integran para afrontar la situación sean más adaptativos y positivos», explica Mireia Cabero. Además, Cabero describe qué tipo de perfiles personales pueden ser más vulnerables a los efectos negativos de esta situación: «las personas menos resilientes, aquellas con menor autonomía emocional o menor madurez, así como los profesionales con menor recorrido profesional o que estén atravesando un momento vital delicado».

Esta intervención «en tiempo real» es precisamente el objetivo de las numerosas iniciativas puestas en marcha en el ámbito nacional, comunitario, hospitalario, etc., para ayudar a los sanitarios a gestionar emocionalmente el reto que significa desarrollar su labor asistencial en este contexto. Así, y de forma similar a lo que ha hecho la Fundación Galatea (que ha habilitado un servicio de apoyo psicológico a distancia específico para la crisis del coronavirus), el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de Psicólogos han activado un teléfono de apoyo para profesionales que atienden a enfermos de COVID-19, mientras que las consejerías de Salud de las distintas comunidades autónomas también ofrecen servicios en esta línea.

Desde su experiencia en la atención psicológica de los afectados en el Sistema de Emergencias Médicas de la Generalitat de Cataluña (SEM), Alba Pérez describe en qué consiste el apoyo o la intervención que se está dando a estos profesionales. «Se hace desde un prisma preventivo. De lo que se trata es de aumentar sus factores de protección y hacerlos más resistentes ante el estrés y las dificultades que están afrontando, ofreciéndoles más recursos para combatir la incertidumbre, el agotamiento físico y mental y la sensación de pérdida de control. Para ello, se trabaja con pautas de autocuidado e higiene mental, gestión de la implicación emocional y empatía hacia los casos que deben afrontar», explica.

Para Mireia Cabero, si no se gestionan estos aspectos cuando los sanitarios están completamente inmersos en el abordaje de la situación, lo más probable es que a largo plazo aumenten los casos de estrés postraumático, de depresiones reactivas o de síndrome de desgaste profesional (burn-out). «No se trata de reacciones psicológicas graves, pero sí de reacciones que incomodan y preocupan mucho a las personas que las viven; es por ello que toda asistencia que pueda realizarse ahora va a prevenir que aparezcan o, al menos, va a minimizar su intensidad», afirma.

Cabero explica que los tratamientos que se están llevando a cabo con estos profesionales son personalizados y diseñados a la medida del momento vital que están atravesando. «Tras el primer «diagnóstico», se empieza a trabajar en los recursos (mentales, emocionales, físicos, de actitud y espirituales) que los sanitarios deben integrar, con la finalidad de acompañarlos en su aprendizaje y ayudarles a transferirlos con rapidez en su día a día, de forma que puedan gestionar mejor su dolor y responder adaptativa y positivamente a las circunstancias», afirma.

Asimismo, y como soporte a estas intervenciones psicológicas, están desarrollándose aplicaciones específicas para monitorizar el estado emocional de los ciudadanos en general y de los profesionales sanitarios en particular en relación con la COVID-19. Manuel Armayones, investigador y director de desarrollo del eHealth Center de la UOC, explica que estas herramientas son útiles en un doble sentido: «primero, para ayudar individualmente a las personas (como puerta de entrada para conocer su estado emocional) y también, desde el punto de vista de la salud pública, para monitorizar y conocer el efecto que una situación como esta puede tener sobre la salud mental de la población y, también, para constatar el impacto de las distintas campañas puestas en marcha desde la Administración. Ello, a su vez, permite realizar un trabajo a posteriori para así diseñar intervenciones comunitarias de cara a posibles oleadas o situaciones similares que puedan producirse en el futuro», señala.

Finalmente, Armayones advierte que el momento actual favorece la proliferación de aplicaciones de muchos tipos. Aun así, «en una situación grave como la que estamos viviendo», el experto recomienda «fiarse solo de las desarrolladas por fuentes oficiales (hospitales, administraciones autonómicas, etc.), ya que son las que ofrecen todas las garantías deontológicas, éticas y de privacidad de datos». (Fuente: UOC)

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