Originalmente, los mapoyo relataban su historia en la lengua wanai, pero, poco a poco, la colonización fue imponiendo un nuevo idioma hasta que solo quedaron seis hablantes y su tradición oral se vio amenazada. El riesgo de perder su cultura ancestral detonó en estos indígenas venezolanos la determinación de defenderla a toda costa, por lo que empezaron a trabajar en su recuperación.
Había una vez un lugar muy cerca del Orinoco donde el tiempo era diferente y sólo existía ligado a la luz y al sol, donde el origen de la vida era un cerro y donde nada era más importante que la naturaleza, porque ella guardaba los símbolos y permitía subsistir. En ese lugar, la gente se reunía para relatar a la comunidad sus experiencias y así mantenerlas vivas como parte de su historia.
Ese sitio todavía existe, está en Venezuela y se llama Los Pijiguos, en el estado de Bolívar. Los Pijiguos está habitado por un pueblo descendiente de los caribe: el mapoyo o wanai, que continúa transmitiendo de generación en generación su cosmogonía, conocimientos, historia y cultura a través de relatos que van contando los sabios, es decir, las personas de más edad.
Originalmente, los relatos se hacían en la lengua wanai, pero, poco a poco, la colonización fue imponiendo un nuevo idioma hasta que sólo quedaron seis hablantes y su tradición oral se vio amenazada.
El riesgo de perder su cultura ancestral detonó en los mapoyo la determinación de defenderla a toda costa, por lo que empezaron a trabajar en su recuperación. Así, en 2007 se incorporó a la escuela del pueblo el primer maestro bilingüe. Su lucha pronto contó con el apoyo del Gobierno venezolano, que acudió a la UNESCO para que se reconociera la tradición oral de ese pueblo en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial y se apoyara su preservación.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura no solo la inscribió en la Lista en 2014, sino que declaró que requería medidas urgentes de salvaguardia e inició un programa conjunto con las autoridades venezolanas para elaborar material didáctico y un sistema de escritura wanai que se utilizaría en las escuelas de la comunidad.
Un maestro del proyecto para recuperar la tradición oral y la lengua mapoyo. (Foto: © Centro de la Diversidad Cultural, 2013. Con permiso de la UNESCO)
Jairo García Bastidas, un joven luchador social mapoyo y participante en los esfuerzos de revitalización, señala que fue así como su pueblo ingresó a un proyecto de Estado para, en conjunto con la comunidad, reforzar, salvaguardar y mantener, la cultura viva de los wanai.
Jairo, quien es nieto del cacique mapoyo, explica que los maestros utilizan los materiales creados con la participación de todos para enseñar a los niños en la escuela.
“Son herramientas pedagógicas que facilitan el conocimiento de la lengua materna de acuerdo con la edad”, dice.
La recuperación de una tradición y un idioma es compleja e involucra a muchos actores. La ministra de los Pueblos Indígenas de Venezuela, Aloha Núñez, destaca la labor de varios ministerios e instituciones gubernamentales para rescatar la tradición oral y la lengua wanai.
“Hemos hecho un trabajo especialmente con las autoridades indígenas, con los abuelos y abuelas y con un líder que aún preserva y mantiene gran parte de la lengua wanai, un idioma que prácticamente estaba perdido. Hemos estado haciendo un esfuerzo para recuperarla y poderla plasmar en diferentes instrumentos educativos que nos permitan enseñar a los más pequeños por los menos las palabras más usadas referentes a la salud o las palabras principales del idioma”, apunta.
La espada de Bolívar
Uno de los grandes orgullos de los mapoyo es su historia de pueblo combativo que llegó a luchar al lado de Simón Bolívar por la independencia de Venezuela, según consta en la memoria colectiva y lo demuestra la espada que el libertador les regaló como prueba de la entrega de los territorios que les pertenecían ancestralmente.
Jairo García Bastidas aduce que en la crónica de la historia venezolana da cuenta de la gran batalla de los ancestros wanai.
“Lucharon a favor de nuestros patriotas de aquel entonces, el general Paez y el libertador Simón Bolívar para liberar los espacios invadidos por el yugo español. Aquí hubo una gran batalla, fuerte, se perdieron muchas vidas de nuestros abuelos para liberar el territorio porque utilizaban a los mapoyo como esclavos y los adoctrinaban a religiones ajenas a su cultura. Esa batalla ocurrió en 1815, como evidencia viva tenemos una espada, una lanza que ha pasado por las generaciones de los diferentes caciques. “
Pese a que esa espada simbolizaba la entrega de sus territorios, los mapoyo debieron esperar casi dos siglos para que se oficializara la decisión de Simón Bolívar. Fue hasta el Gobierno de Hugo Chávez que se reconoció la entrega del territorio mapoyo.
Inspirados por ese pasado de lucha, los wanai empezaron a trabajar arduamente en la revitalización de su identidad cultural, en la cual el idioma es clave.
Semilla y frutos
Su plan comenzó con dos horas de clases diarias de wanai en todos los grados de educación primaria y, junto con el maestro y los padres, los niños empezaron a elaborar láminas con las frases más usadas en mapoyo y español. Además, se realizaron danzas y se dramatizaron rituales. Poco después, los niños aprendieron a entonar el himno nacional en su lengua.
Esta labor sembró la semilla de la enorme tarea de rescate, reconoce la ministra de los Pueblos Indígenas.
“Es importante destacar que ya había un trabajo que venía haciendo la comunidad y que a través de la UNESCO, se le ha dado mayor facilidad para poder sacarlo adelante.”
Jairo García Bastidas detalla el funcionamiento en la escuela del programa de recuperación del idioma y la cultura.
“Hay un plan por grados dentro del lapso académico y para finales del año escolar se genera un trabajo final para ver cómo ha evolucionado la rehabilitación del idioma en los niños de diferentes niveles. El año escolar se cierra con representaciones relacionadas con la cultura, que es uno de los primeros temas que se abordan en el ciclo”, dice Jairo.
Con apoyo de la UNESCO, estos trabajos se han reforzado y, a partir de 2014, la comunidad mapoyo, con la ayuda de una lingüista, elabora el primer diccionario bilingüe español-wanai/wanai-español.
Los esfuerzos están dando frutos.
Bibliotecas vivientes
“Hemos avanzado más de cuatro años con los sabios, los abuelos, los docentes, la familia completa de la comunidad para mantener nuestra cultura indígena del pueblo mapoyo. Hoy día, nuestra lengua materna no sólo se rehabilita entre los niños con el programa intercultural bilingüe, sino que se hace dentro de la comunidad con el proyecto de oralidad.”
Pero, ¿qué es la oralidad? “Como nuestros abuelos le van transmitiendo los saberes ancestrales a nuestra juventud, a los niños, con el conocimiento que tienen las madres, los padres, todo lo que hace lo cotidiano del pueblo mapoyo”, abunda.
Como parte del objetivo de preservar la tradición oral, las historias también han empezado a registrarse por escrito, agrega Jairo.
“Podemos decir que las bibliotecas vivas son nuestros abuelos, vamos compartiendo con ellos y haciendo las redacciones para transmitirlas a través de la escuela, a través de otro proceso de intercambio con la comunidad. Es la mejor forma, ya que tenemos muy pocos hablantes.”
Según el censo de 2011, para ese año había 423 indígenas mapoyo, 210 hombres y 213 mujeres. De entonces a la fecha, la población ha crecido y suma unos 600.
Los wanai son optimistas y confían en que su labor y el compromiso de su comunidad produzca a mediano plazo muchos más hablantes de todas las edades, especialmente jóvenes. Hoy, dos de los hablantes son mayores de 70 años y los otros cuatro rondan los 40.
La lengua y la naturaleza
El pueblo mapoyo sabe que la supervivencia de la lengua significa entre otras cosas la conservación de su filosofía de respeto a la naturaleza.
El territorio donde viven los mapoyo es rico en recursos naturales: hay bauxita, oro, diamante, uranio, coltán…pero para los wanai, la mayor riqueza es el agua que nutre el paisaje y les permite sobrevivir.
“Para el indígena mapoyo, el territorio es parte de su cuerpo. Cuidarlo, protegerlo es lo más importante y esto está en consonancia con la interculturalidad. A nuestra comunidad llega la educación sistemática del Estado, pero nosotros estamos equilibrando que un niño, aunque pueda manejar, por ejemplo, una computadora, no desconozca la propia vida cultural ni la condición del pueblo wanai”, subraya Jairo.
En este Año Internacional de las Lenguas Indígenas, la ministra Núñez comparte la percepción de los idiomas originarias como elemento integral de la cultura de los pueblos y las valora como herencia ancestral e instrumento de defensa de los pueblos indígenas.
“Es el método que nos ha permitido subsistir durante tantos años. Por eso es sumamente importante su rescate, revitalización y fortalecimiento. En medio de una globalización y de tantos medios y métodos tecnológicos se va perdiendo a veces el contacto con nuestras raíces y es fundamental mantener ese contacto, esa identidad, esa cultura y, por supuesto, los idiomas indígenas que son parte de nuestro autorreconocimiento como pueblos y comunidades indígenas en Venezuela.” (Fuente: Carla García / ONU)