Un estudio publicado en Psychology and Aging encontró que los adultos mayores que se perciben a sí mismos como más jóvenes que sus pares generalmente experimentan más aspectos positivos y menos negativos del envejecimiento, mientras que aquellos que parecen mayores tienden a tener la experiencia opuesta.
Los signos visibles del envejecimiento, como los cambios en el color del cabello, la piel y la movilidad, a menudo influyen en cómo los demás perciben nuestra edad. Estas características, combinadas con las normas sociales y las experiencias personales, categorizan a las personas como “viejas”, lo que puede afectar significativamente sus interacciones sociales y su calidad de vida. Además, existe una conexión entre la apariencia del envejecimiento y los resultados de salud, lo que sugiere que parecer mayor puede afectar indirectamente la salud, particularmente en la población de adultos mayores.
Los cambios relacionados con la edad son visibles e invisibles y sirven como claves para la categorización por edades. Las opiniones sociales negativas sobre el envejecimiento a menudo enmarcan estos cambios como indeseables e indicativos de declive, influenciados por estereotipos que están profundamente arraigados en nuestra cultura. Esta percepción puede conducir a la discriminación por edad, una forma de discriminación que afecta las oportunidades e interacciones de los adultos mayores. Esta discriminación incita a muchas personas mayores a adoptar comportamientos destinados a ajustarse a las normas juveniles, desde productos antienvejecimiento hasta ajustes en el estilo de vida, lo que refleja el poderoso impacto de las expectativas sociales en las experiencias personales del envejecimiento.
Los datos utilizados en el presente estudio, disponibles públicamente en la Encuesta Nacional sobre Envejecimiento Saludable de la Universidad de Michigan y recopilados en diciembre de 2019, se obtuvieron del Ipsos KnowledgePanel, un panel en línea basado en probabilidades que representa la demografía adulta de los Estados Unidos. En esta investigación se analizó un total de 2006 participantes entre 50 y 80 años.
La apariencia del envejecimiento se evaluó mediante un único elemento de la encuesta en el que los participantes compararon su apariencia con la de sus pares (es decir, más jóvenes, iguales, mayores). La inversión en parecer más joven se cuantificó mediante una escala Likert de 4 puntos. Las experiencias de envejecimiento se midieron utilizando escalas especialmente desarrolladas para los aspectos positivos y negativos del envejecimiento, que se validaron mediante revisiones de expertos y pruebas piloto. El estudio también recopiló amplia información sociodemográfica, incluida la edad, el sexo, la raza y los ingresos.
Los investigadores Julie Ober Allen y sus colegas descubrieron que las percepciones sobre la apariencia del envejecimiento tienen asociaciones significativas con experiencias positivas y negativas del envejecimiento. La mayoría de los participantes (59%) se percibían a sí mismos como más jóvenes que sus pares, lo que estaba relacionado con experiencias de envejecimiento más positivas y menos negativas. Por el contrario, aquellos que se consideraban mayores informaron experiencias menos positivas y más negativas.
En particular, la inversión en parecer más joven también mostró efectos mixtos; se asoció con experiencias más positivas y negativas del envejecimiento, destacando una complejidad de presiones relacionadas con el mantenimiento de una apariencia juvenil. Los factores sociodemográficos como la edad, el sexo y los ingresos influyeron en las percepciones sobre la apariencia del envejecimiento, siendo los grupos de edad más jóvenes más propensos y las mujeres a invertir en parecer más jóvenes.
Los investigadores reconocieron que, si bien el envejecimiento de la apariencia afecta significativamente la calidad de las experiencias de envejecimiento, también refleja prejuicios sociales más amplios que equiparan a la juventud con la deseabilidad y la competencia. Notaron algunas limitaciones, incluida la respuesta socialmente deseable, el uso de medidas de un solo ítem para conceptos clave y la incapacidad de establecer causalidad debido a la naturaleza transversal del estudio.
Fuente: Psychology and Aging
Articulo original: Titulo: “How Old Do I Look? Aging Appearance and Experiences of Aging Among U.S. Adults Ages 50–80”. Autores: Julie Ober Allen, Valerie Moïse, Erica Solway, Marshall K. Cheney, Daniel Joseph Larson, Preeti N. Malani, Dianne Singer y Jeffrey T. Kullgren.