Se estima que una de cada dos personas experimenta un problema de salud mental durante su vida. El impacto de los problemas de salud mental es significativo, contribuyendo a peores resultados educativos, mayores tasas de desempleo y peor salud física.
Así lo afirma el último informe sobre el panorama de la salud en Europa (Health at a Glance: Europe 2019), publicado el pasado mes de noviembre de 2019, por la Comisión Europea y la OCDE (Organización para la cooperación y el desarrollo económico).
Este documento presenta análisis comparativos del estado de salud de los ciudadanos de la Unión Europea y el rendimiento de los sistemas sanitarios de sus Estados miembros, con el fin de identificar los puntos fuertes y las oportunidades de mejora.
A continuación, recogemos los principales resultados del informe:
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Actualmente, la esperanza de vida media en los países de la OCDE es de casi 81 años. España, concretamente, es uno de los países con mayor esperanza de vida; sin embargo, en la mayoría de países de la OECD, la esperanza de vida ha ralentizado su aumento recientemente, principalmente en los Estados Unidos, Francia y los Países Bajos.
Las causas en el cambio de estos datos son múltiples y van desde el incremento de los niveles de obesidad y diabetes, hasta las enfermedades respiratorias, tales como el virus de la gripe o la neumonía, que se han cobrado más vidas en los últimos años, especialmente entre las personas de mayor edad.
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Los infartos, derrames cerebrales y otras enfermedades cardiovasculares han provocado una de cada tres muertes en los países de la OCDE y uno de cada cuatro fallecimientos se debió al cáncer. De acuerdo con el informe, una mejor prevención y asistencia sanitaria podrían haber evitado unos 3 millones de muertes prematuras.
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A esto se añade que uno de cada diez adultos considera que su salud es mala. Esto refleja parcialmente la carga que suponen las enfermedades crónicas (más de un 30% de los adultos vive con una o más enfermedades crónicas). En esta línea, la mala salud mental desempeña también un rol preponderante, ya que se calcula de una de cada dos personas experimenta algún problema de salud mental a lo largo de su vida. Según los datos, aquellas personas que informaron de un problema de salud mental, tenían muchas más probabilidades de manifestar también que su salud tenía un impacto negativo en su vida diaria (más adelante, desarrollaremos este punto tan importante).
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Un estilo de vida poco saludable (especialmente debido al tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y la obesidad) se erige como la causa principal de muchas enfermedades crónicas, reduciendo la esperanza de vida y empeorando la calidad de la misma.
Se registra un incremento continuo en las tasas de obesidad, observándose que el 56% de los adultos tiene sobrepeso u obesidad y casi un tercio de los niños y las niñas de entre 5 y 9 años sufre de sobrepeso.
Las tasas de sobrepeso infantil, incluida la obesidad mórbida y la obesidad, han estado creciendo en todo el mundo. Los factores ambientales, las preferencias de estilo de vida, la composición genética y la cultura pueden hacer que los niños y las niñas tengan sobrepeso. La obesidad infantil incrementa significativamente el riesgo de desarrollar hipertensión y trastornos metabólicos. Psicológicamente, puede conducir a una baja autoestima, trastornos alimentarios y depresión. Por ende, la obesidad puede actuar como una barrera para participar en actividades educativas y recreativas. Este problema en la infancia es particularmente preocupante, dado que es un fuerte predictor de la obesidad en la edad adulta, que está relacionada con la diabetes, las enfermedades cardíacas y ciertos tipos de cáncer.
Con respecto al consumo de tabaco, aunque es cierto que está disminuyendo, el 18% de los adultos continúa fumando a diario. Por otro lado, el consumo de alcohol se sitúa en un promedio de 9 litros de alcohol puro por persona al año en los países de la OCDE, lo que equivale a casi 100 botellas de vino. De hecho, casi el 4% de los adultos presenta alcoholismo.
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En general, el gasto en salud representó en 2019, unos 4.000 dólares por persona en promedio, en los países de la OCDE. Los Estados Unidos gastan más que todos los demás países, con un margen considerable, de más de 10.000 dólares por habitante. España, junto con Italia, Corea, Portugal, Eslovenia, Grecia, Israel y Nueva Zelanda son países que gastan menos que el promedio, pero logran una mayor esperanza de vida.
Las nuevas estimaciones apuntan a un gasto en salud que se sitúe al 10,2 % del PIB para 2030 en los países de la OCDE, en comparación con el 8,8 % en 2018. Esto plantea preocupaciones en materia de sostenibilidad, especialmente teniendo en cuenta que la mayoría de los países utilizan financiación pública.
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Existe una serie de obstáculos en el acceso a la salud (preocupación debido a los costes de la atención, elevados tiempos de espera, dificultades en el transporte
), que tienen lugar, incluso aunque la mayoría de los países de la OCDE cuente con cobertura universal o cuasi universal de salud para algunos servicios básicos. Parte de la explicación reside en que el precio del copago es elevado y se excluyen o se racionalizan de manera implícita algunos servicios de los seguros médicos. Además, factores como el analfabetismo en materia de salud, las estrategias de comunicación inadecuadas y una mala calidad de la asistencia sanitaria también contribuyen a esta situación.
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En los países de la OCDE, los sistemas sanitarios y sociales emplean a más trabajadores ahora que en cualquier otro momento de la historia, donde se crea uno de cada diez puestos de trabajo. El informe recomienda el traspaso de tareas de médicos a enfermeros y otros profesionales de la salud, en aras de aliviar la presión en cuanto a costes y mejorar la eficiencia.
A este respecto, en los últimos años, el Consejo General de la Psicología, ha venido exponiendo la necesidad de incorporar psicólogos clínicos en los centros de Atención Primaria, dado que, entre un 30-33% de las consultas, están relacionadas con algún problema psicológico. De estos casos, únicamente el 10% se deriva a Salud Mental (es decir, atención especializada), de modo que el abordaje del 90% restante se queda en el primer nivel asistencial de la salud, constituyendo una sobrecarga y saturación de los servicios. Esta situación conlleva a que, en la mayoría de casos, se prescriba medicación farmacológica como tratamiento habitual, con el sobrecoste que supone para el sistema sanitario (el coste de la prescripción farmacéutica oscila en torno al 60%-70% de todos los costes directos), y la posibilidad de cronificar el problema. En contraposición, la evidencia pone de relieve los beneficios de la intervención psicológica (terapia cognitivo-conductual) en términos de coste-eficacia, tanto a medio como a largo plazo.
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El envejecimiento de la población sigue aumentando la demanda de servicios sanitarios, especialmente en atención y cuidados a largo plazo. Esto impone una mayor presión a las familias, en particular a las mujeres, observándose que el 13% de las féminas mayores de 50 años ofrece cuidados informales, al menos una vez por semana, a un amigo o pariente dependiente. Se estima que, para 2050, la proporción de personas mayores de 80 años se habrá duplicado.
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La prescripción puede utilizarse como un indicador de la calidad de la atención a la salud, complementando la información de consumo y gasto. El uso excesivo, el uso insuficiente o indebido de medicamentos recetados, puede ocasionar importantes riesgos para la salud y generar gastos innecesarios. Este es, por ejemplo, el caso de los opioides y antibióticos.
Concretamente, los opioides se han utilizado para tratar el dolor agudo y el dolor asociado con el cáncer, y el dolor crónico, a pesar del riesgo de abuso y dependencia, e incluso de muerte. Precisamente, en algunos países de la OCDE, como EEUU y Canadá, el uso de opioides ahora está causando una epidemia alarmante y creciente de muertes por sobredosis accidental.
Con respecto a la prescripción de medicamentos antipsicóticos para reducir los síntomas conductuales y psicológicos en casos de demencia, la OCDE recuerda que la disponibilidad de intervenciones no farmacológicas eficaces, así como los riesgos de salud asociados y los problemas éticos derivados de estos medicamentos, ponen de relieve que solo deben recomendarse como último recurso. Igualmente, alerta de que el uso inapropiado de medicamentos antipsicóticos en estos casos sigue siendo generalizado, por lo que la reducción de su uso excesivo tiene que ser una prioridad política para muchos países.
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La salud mental es un componente vital del bienestar individual, así como de la participación social y económica. Empero, muchos países de la OCDE consideran que su atención a la salud mental es inadecuada. Se estima que, aproximadamente, una de cada cinco personas experimenta un problema de salud mental en un año determinado, mientras que una de cada dos desarrollará un problema de esta índole a lo largo de su vida. Los problemas más comunes en este ámbito de la salud son el trastorno de ansiedad (5,1% de la población), seguido de los trastornos depresivos (4,5%) y los trastornos por consumo de drogas y alcohol (2,9%).
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Los costes económicos y sociales de los problemas de salud mental son significativos. El coste total de los problemas de salud mental se estima entre el 3,5% y el 4% del PIB, es decir, unos 600.000 millones de euros, en los países de la OCDE. El gasto directo en servicios de salud mental se traduce en 190.000 millones de euros (o el 1,3% del PIB), otros 170.000 millones de euros (1,2% del PIB) se dedican a programas de seguridad social (prestaciones por discapacidad o licencia por enfermedad remunerada), mientras que 240.000 millones de euros (1,6% del PIB) representan los costes indirectos al mercado laboral debido al bajo nivel de empleo y productividad.
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Sin un tratamiento o apoyo eficaz, los problemas de salud mental pueden tener un efecto devastador en la vida de las personas e incluso pueden provocar la muerte por suicidio. Si bien existen razones sociales y culturales complejas que se relacionan con los comportamientos suicidas, la presencia de un problema de salud mental aumenta el riesgo de muerte por suicidio. Una tasa de suicidio más elevada contribuye también a una tasa de mortalidad general, significativamente más alta para las personas con trastornos mentales graves.
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En 2017, hubo 11,2 muertes por suicidio por cada 100.000 habitantes en los países de la OCDE. Las tasas de suicidio han disminuido en casi todos los países de la OCDE, cayendo en más del 30% entre 1990 y 2017. En algunos países, esta reducción ha sido significativa, entre ellos, Finlandia, Suiza y Eslovenia, donde las tasas se han reducido en más del 40%. Suiza, concretamente, ha tomado medidas para ello, como la implementación de un plan de acción para la prevención del suicidio en 2016, que incorporó entre sus medidas, proporcionar un acceso rápido al apoyo de salud mental, tratar de reducir el estigma en torno al suicidio y crear conciencia sobre los riesgos de suicidio. Precisamente en nuestro país, en los últimos tiempos, se ha venido poniendo de relieve la necesidad de contar con una Ley Nacional de Prevención de Suicidio. A este respecto, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social ha manifestado estar trabajando en la actualización de la Estrategia de Salud Mental, donde se plantea una serie de objetivos y acciones concretas y de utilidad para los usuarios y las usuarias, y los profesionales de la Salud Mental, en el contexto de nuestro Sistema Nacional de Salud, incluyendo entre sus principales líneas estratégicas, la incorporación de medidas de prevención del suicidio mediante la redefinición de los objetivos y acciones contempladas dentro de la Estrategia vigente.
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El impacto de los problemas de salud mental en la vida de las personas y en las sociedades y economías puede abordarse mediante políticas e intervenciones más eficaces para prevenirlos y gestionarlos. Empero, la OECD advierte de que la comprensión del impacto que la atención de salud mental tiene en la vida de los usuarios y usuarias del servicio sigue siendo escasa, lo que obstaculiza los esfuerzos para mejorar la atención, la práctica y la política, por lo que subraya la existencia de una necesidad apremiante de medir la calidad y los efectos de los enfoques de prevención y tratamiento de manera más consistente y metódica.
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Las experiencias de los usuarios y las usuarias pueden arrojar luz sobre la calidad de la atención que se brinda a las personas diagnosticadas con un problema mental. En promedio, en los países de la OCDE, las personas diagnosticadas con un problema de esta índole tienen menos probabilidades de informar que han sido tratados con cortesía y respeto por el personal médico y de enfermería durante la hospitalización, que aquellas personas hospitalizadas que nunca han recibido un diagnóstico de salud mental. Asimismo, en varios países, entre ellos, Australia, Suecia y Francia, las personas diagnosticadas con un problema de salud mental tienen más probabilidades de haber recibido información contradictoria por parte de diferentes profesionales de la salud.
Para la OCDE, una buena experiencia de atención contribuye a mejores resultados y también es un fin en sí mismo. En el ámbito de la salud mental, una experiencia de atención positiva influye en la relación con el equipo de atención, manifestándose en una mejor comunicación, continuidad terapéutica, adherencia y resultados de salud. A su vez, lo considera un fin importante en sí mismo, pues todas las personas esperan y merecen ser tratadas con respeto. En algunos sectores, como los cuidados paliativos, el cuidado con compasión y dignidad se encuentran entre los componentes más importantes de la atención. Sin embargo, a pesar del progreso considerable en algunos casos específicos, la OCDE lamenta que no se cuenta con datos coherentes y sistemáticos relativos a la experiencia de atención, una situación que es necesario cambiar, dada la creciente importancia de esta dimensión en la prestación de servicios.
En este sentido, el informe adelanta que desde la Organización se está trabajando con las partes interesadas, incluidos usuarios y usuarias, profesionales de la salud y formuladores de políticas para avanzar en la medición de los resultados y experiencias de salud mental.
A la luz de los datos, los autores del informe afirman que una atención temprana y de alta calidad tiene el potencial de mejorar los resultados y puede ayudar a reducir el suicidio y el exceso de mortalidad para las personas con problemas de salud mental. Para reducir el impacto de estos problemas, consideran necesario un enfoque multidimensional, que incluya la prevención en Atención Primaria, una mejor integración de la atención a la salud física y la mental, intervenciones conductuales y cambios en las actitudes de los y las profesionales.
El informe completo se encuentra disponible en la página de la OECD, o bien directamente a través del siguiente enlace:
OECD (2019). Health at a Glance 2019: OECD Indicators. OECD Publishing. doi: 10.1787/4dd50c09-en
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