En 1906 un terremoto masivo sacudió San Francisco, desplazando a gran parte de la población. Escapando de los escombros y los incendios posteriores que se extendieron por toda la ciudad, las personas se encontraron acercándose unas a otras de maneras increíbles, colaborando para rescatar, apoyar, alimentar e incluso entretenerse y reírse entre sí; algunas en realidad se sintieron tan alegremente conectadas que miraron hacia atrás en ese momento de desastre con genuino cariño.
Esta y otras historias similares son exploradas por la historiadora y escritora Rebecca Solnit en su libro Un paraíso construido en el infierno. Solnit describe cómo en los relatos históricos de crisis colectivas las personas generalmente se inspiran a unirse para conectarse y ayudarse mutuamente, en lugar de responder al caos con egoísmo o violencia colectiva.
El psicólogo de Stanford Jamil Zaki llama a este fenómeno «compasión por catástrofes», un impulso humano natural hacia el altruismo cuando ocurre un desastre.
Zaki explica que cuando un evento traumático afecta vidas en toda una comunidad, todos de repente tienen una identidad compartida: todos ahora son parte de la familia de personas que enfrentan esta adversidad en particular. También es probable que tengan un mayor sentido de la realidad compartida, un factor clave en la conexión humana.
Es importante tener en cuenta los planes para aprovechar el impulso natural de las personas para conectarse y contribuir al prepararse para posibles eventos catastróficos, porque tanto la conexión social como la ayuda a los demás benefician la capacidad de las personas para hacer frente y encontrar resiliencia en las crisis colectivas.
Los momentos de conexión ayudan a nuestro sistema nervioso a pasar de la agitación, el miedo y el estrés, a estados más tranquilos, especialmente cuando estamos en contacto con aquellos con quienes hemos desarrollado un sentido de seguridad emocional y física. Ser capaz de regular nuestros sistemas nerviosos juntos en medio de una crisis en curso ayuda a las personas a procesar el impacto emocional del evento, amortiguando el trauma psicológico duradero.
Apoyar a los demás ofrece a las personas la oportunidad de sentir que sus acciones importan incluso en una situación que parece estar fuera de su control, lo que nuevamente promueve la resiliencia. Cuando las personas tienen la oportunidad de ejercer sus tendencias altruistas, pueden sentir un sentido de propósito como parte de la solución en lugar de indefensos frente a la adversidad.
Fuente: Psychology Today