La ansiedad social puede disminuir la motivación prosocial

La ansiedad social puede disminuir la motivación prosocial

Un estudio realizado en China descubrió que las personas con ansiedad social pronunciada tienden a estar menos motivadas a realizar conductas prosociales cuando estas requieren esfuerzo. Sin embargo, este efecto solo se observó en tareas en las que se esperaba que las personas socialmente ansiosas obtuvieran algo para otra persona. Por el contrario, cuando el objetivo era evitar una pérdida para otra persona, no hubo diferencias entre los participantes con ansiedad social alta y baja. La investigación fue publicada en el International Journal of Clinical and Health Psychology.

La ansiedad social se caracteriza por un miedo intenso a ser juzgado, avergonzado o evaluado negativamente en situaciones sociales. Las personas con ansiedad social a menudo evitan las interacciones sociales o las soportan con una angustia significativa. Las situaciones que suelen desencadenar la ansiedad social incluyen hablar en público, conocer gente nueva o realizar tareas mientras se les observa.

Las personas que padecen ansiedad social también pueden experimentar síntomas físicos como sudoración, temblores, taquicardia o náuseas. Esta afección puede interferir en la vida diaria, dificultando la formación de relaciones, el éxito en el trabajo o la participación en actividades sociales. La ansiedad social suele desarrollarse durante la adolescencia y, si no se trata, puede persistir hasta la edad adulta.

El autor del estudio, Ye Yang, y sus colegas intentaron explorar las conductas prosociales de las personas con alta ansiedad social y compararlas con las de las personas con baja ansiedad social. Investigaciones anteriores han sugerido que las personas con alta ansiedad social tienen menos probabilidades de participar en conductas prosociales. Por ejemplo, son menos propensas a ofrecerse como voluntarias para tareas que benefician a los demás y tienden a ser menos generosas en los juegos económicos.

Estas tendencias pueden surgir del miedo a la evaluación negativa, al rechazo y a la vergüenza al interactuar con los demás. Su mayor timidez y sus conductas de evitación les dificultan iniciar o participar en acciones de ayuda, incluso cuando tienen el deseo de hacerlo. Basándose en esto, los autores del estudio plantearon la hipótesis de que las personas con alta ansiedad social estarían menos dispuestas a participar en conductas prosociales en entornos públicos. Sin embargo, no predijeron ninguna diferencia significativa entre las personas con ansiedad social y las que no la presentaban cuando las conductas prosociales se producían en contextos privados.

Los investigadores llevaron a cabo dos experimentos. En el primero participaron 37 estudiantes universitarios con alta ansiedad social y 36 con baja ansiedad social. Su edad media rondaba los 20 años. Cada participante completó dos bloques de 80 ensayos diseñados para medir el comportamiento prosocial. Un bloque se llevó a cabo en un entorno privado (es decir, el participante estaba solo en una habitación con auriculares), mientras que el otro se llevó a cabo en un entorno público, donde estaban presentes dos observadores (un hombre y una mujer), y la retroalimentación de audio se proporcionó a través de altavoces en lugar de auriculares.

En cada bloque, la mitad de las pruebas exigían a los participantes que hicieran un esfuerzo para obtener un beneficio personal, mientras que la otra mitad exigía que el esfuerzo se realizara para beneficiar a otra persona (que era ficticia, aunque los participantes no eran conscientes de ello). La tarea basada en el esfuerzo consistía en pulsar repetidamente la tecla «Q» de un teclado lo más rápido posible en un plazo de cinco segundos para ganar mayores recompensas monetarias; la cantidad de pulsaciones de tecla determinaba el pago. Los participantes podían aceptar un resultado predeterminado, que no exigía ningún esfuerzo, o participar en la tarea de pulsar teclas. La cantidad de pulsaciones de teclas se registraba como indicador de esfuerzo. Durante estas tareas, los participantes llevaban un dispositivo de electroencefalografía (EEG).

Los mismos participantes participaron en un segundo experimento con un procedimiento similar, pero en lugar de obtener recompensas, la tarea se centró en evitar pérdidas. Si los participantes optaban por no esforzarse, sufrirían una pérdida de 90 céntimos, ya fuera para ellos mismos o para otra persona, según el ensayo. Si optaban por esforzarse (pulsando la tecla “Q” tantas veces como fuera posible en cinco segundos), la pérdida podría reducirse hasta en 10 céntimos si tenían éxito.

El primer experimento reveló que los participantes con alta ansiedad social tenían más probabilidades de esforzarse por sí mismos que por los demás. Por el contrario, aquellos con baja ansiedad social se esforzaron por igual en ambos escenarios. Sin embargo, cuando se esforzaron, los participantes con baja ansiedad tuvieron más éxito en obtener ganancias para sí mismos que para los demás. Mientras tanto, los participantes con alta ansiedad social obtuvieron el mismo rendimiento en obtener ganancias para sí mismos y para los demás.

El segundo experimento demostró que todos los participantes estaban más dispuestos a esforzarse para evitar sus propias pérdidas que para evitar pérdidas para los demás. Sin embargo, a diferencia del primer experimento, no hubo diferencias significativas entre los participantes con ansiedad social alta y baja en la cantidad de esfuerzo que dedicaban para evitar pérdidas. Además, el contexto público frente al privado no tuvo efecto sobre el comportamiento en ninguno de los experimentos.

“Si bien la ansiedad social disminuye la conducta prosocial individual, la ansiedad evaluativa y los objetivos de acción sensibles pueden mitigar su impacto hasta cierto punto. Estos hallazgos son fundamentales para desarrollar estrategias que mejoren la salud psicológica y promuevan interacciones sociales más saludables”, concluyeron los autores del estudio.

El estudio arroja luz sobre los vínculos entre la ansiedad social y las conductas prosociales. Sin embargo, es importante señalar que el estudio implicó ganancias y pérdidas monetarias relativamente pequeñas, requisitos de esfuerzo mínimos y beneficiarios ficticios de la conducta prosocial. Si las apuestas hubieran sido mayores (por ejemplo, si se hubiera exigido un mayor esfuerzo o si se hubiera involucrado a individuos reales conocidos por los participantes), los resultados podrían haber sido diferentes.

Fuente: Journal of Clinical and Health Psychology

Articulo original:

Título: “Social anxiety undermines prosocial behaviors when required effort.

Autores: Ye Yang, Yan Zhou, Huijuan Zhang, Hui Kou, Jia Zhao, Jiangli Tian y Cheng Guo.

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