Para mejorar el bienestar emocional, autodeterminación y derechos de las mujeres con problemas de salud mental, es esencial, entre otras acciones, incrementar el abordaje con orientación terapéutica y psicológica que permita fortalecer el apoyo emocional, en particular para aquellas mujeres que presentan problemas de esta índole y que carecen de red de apoyo natural.
Esta es una de las recomendaciones de un nuevo informe, elaborado por la Asociación Vizcaína de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (AVIFES), a través del cual se analizan de forma exhaustiva las dimensiones de calidad de vida de las mujeres con problemas de salud mental, así como las variables y factores determinantes de la misma, examinando las diferencias individuales de autopercepción de calidad de vida dentro del propio colectivo, así como con mujeres con otro tipo de discapacidad, y sin ella, y con los hombres con trastorno mental, todos ellos como grupos contraste.
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Tal y como señalan los autores del informe, las mujeres con problemas de salud mental presentan un mayor riesgo de sufrir discriminación y estigma social que otras mujeres. En este caso, los diferentes factores de discriminación que en ellas concurren (por ejemplo, los de género, discapacidad y enfermedad mental), las sitúan como colectivo especialmente vulnerable, en particular riesgo de rechazo, aislamiento y exclusión social.
Por este motivo, y con el fin de elicitar acciones eficaces que cambien esta situación, han llevado a cabo este estudio, cuyas conclusiones principales resumimos a continuación:
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La calidad de vida de las mujeres con problemas de salud mental presenta resultados más bajos que en otras personas, particularmente significativos en algunas dimensiones (bienestar emocional, bienestar físico y bienestar material), como consecuencia de la sintomatología de la problemática, su trayectoria vital marcada por la misma, el estigma social y sus vivencias en el núcleo de convivencia, caracterizadas por la sobreprotección, la negación y la responsabilidad del cuidado y las tareas domésticas.
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Este colectivo presenta peores resultados en tres dimensiones de su calidad de vida: Bienestar emocional, Bienestar Material y Bienestar Físico, cualquiera que sea la variable de su perfil considerada.
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Los resultados más bajos en bienestar físico son una constante entre las personas con problemas de salud mental, sin grandes diferencias de género, situándose las cifras en este caso por debajo del nivel de las mujeres con y sin discapacidad, pero superiores a la de mujeres con necesidades sociales o en riesgo de exclusión (que presentan resultados significativamente más bajos).
A este respecto, los autores del informe ponen de relieve el acceso tardío a los recursos como factor condicionante de la evolución de su salud (tanto física como mental): la negación de un problema de salud mental y la vergüenza que provoca el estigma social, implicaría un rechazo o retraso en la aceptación del diagnóstico y tratamiento, lo que conlleva una peor evolución. Por ende, su deterioro prematuro vinculado a factores de riesgo (tabaquismo, vida sedentaria, muchos años seguidos tomando medicación, historia previa de institucionalización sometidas a terapias y medicación más agresivas, acceso tardío a los recursos, etc.), inciden de forma negativa en su salud física.
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Las mujeres con problemas de salud mental presentan niveles más bajos de desarrollo personal que el resto de mujeres y que los hombres con este tipo de problemas. Su desarrollo personal se encuentra frustrado, en opinión de los autores, por el estancamiento que provoca la enfermedad mental en su vida: tanto a nivel de desarrollo laboral como personal, aún más agravado por hecho de ser mujer.
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El modelo de convivencia condiciona sus resultados en algunas dimensiones: por ejemplo, aquellas mujeres con problemas de salud mental que viven solas, presentan resultados aún más bajos que las otras mujeres en la dimensión de Relaciones Interpersonales, con un especial impacto en su Bienestar Emocional, que es muy similar al de aquellas mujeres que viven en un recurso residencial. A este respecto, el informe subraya el peso de la soledad, la falta de lazos afectivos y de amistad, como causas que incrementan su aislamiento y condicionan su bienestar emocional.
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Asimismo, se observa una influencia de la edad en los resultados en calidad de vida, siendo mejores los de las mujeres de mayor edad: con la edad, se produce una mayor estabilidad en la sintomatología de la enfermedad mental así como mayor aceptación de la misma y adhesión al tratamiento, lo que incide en mejorar su salud.
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Se detecta que los resultados en calidad de vida de las mujeres con diagnóstico de esquizofrenia son muy superiores en las dimensiones de Bienestar Emocional y Bienestar Físico, con respecto a las que tienen otros diagnósticos. Los datos revelan que entre las mujeres, hay más diagnósticos de depresión y trastornos afectivos, que conllevan mayor inestabilidad emocional: el 50% de las mujeres presenta diagnóstico principal de esquizofrenia frente al 83% de los hombres, y tienen una mayor variedad de otros diagnósticos (el 11% trastorno de la personalidad, el 10% trastorno bipolar, el 9% trastorno esquizoafectivo, el 5% psicosis, el 3% depresión, el 2% trastorno obsesivo compulsivo y el 10% otros). Los autores inciden en que, en el caso de los diagnósticos de esquizofrenia, es más frecuente la derivación a recursos, motivo que puede estar influyendo también en el menor acceso a los mismos por parte de las mujeres.
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Se observan importantes diferencias en los resultados de calidad vida de las mujeres pertenecientes a este colectivo, con respecto a otras mujeres (con y sin discapacidad), así como con respecto a los hombres con problemas de salud mental.
En relación con otras mujeres, las que presentan problemas de salud mental puntúan más bajo en todas las dimensiones de calidad de vida, siendo las diferencias especialmente significativas en las dimensiones de Bienestar Emocional, Relaciones Interpersonales, Desarrollo Personal e Inclusión Social, como consecuencia de una serie de factores diferenciales en relación con otras mujeres con o sin discapacidad: bienestar emocional, sus relaciones interpersonales e inclusión social, y su desarrollo personal.
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Las dimensiones de inclusión social y relaciones interpersonales en las mujeres con problemas de salud mental se sitúan muy por debajo con respecto a otras mujeres. De acuerdo con el informe, el particular peso del autoestigma y del estigma social y su déficit en el desarrollo de habilidades sociales, les dificulta establecer y mantener relaciones interpersonales y les hace más vulnerables al riesgo de relaciones de dependencia. Asimismo, los condicionamientos sociales sobre la imagen, los escasos recursos y los factores añadidos de sobreprotección familiar y responsabilidad en las tareas de cuidado y hogar, conllevan un importante déficit en su participación.
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Este colectivo de mujeres presenta resultados significativamente más elevados que los hombres en Autodeterminación y Derechos, un dato que, a juicio de los autores, es fruto del impacto positivo del trabajo que se realiza en relación con el empoderamiento de las mujeres en aras de proteger, defender y ejercer sus derechos.
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La sobreprotección, el rol de cuidado y la escasa adaptación del sistema de respuesta a las necesidades específicas de las mujeres con problemas con salud mental, provocan su acceso particularmente tardío (en relación con los hombres) a los recursos de apoyo social.
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El colectivo de mujeres con problemas de salud mental son una población más vulnerable para sufrir violencia de género y, cuando ésta ocurre, tienen mayores dificultades para identificar estas situaciones, así como en su credibilidad, recibiendo peores respuestas del sistema de protección. De forma específica, entre las mujeres de la muestra de este estudio, un 18% revela haber sufrido en alguna ocasión algún episodio de cualquier tipo de violencia de género, junto con situaciones que se consideran también como tal, cuando se profundiza en la conversación con ellas.
El documento finaliza con una serie de recomendaciones para adaptar la respuesta a las necesidades de las mujeres con problemas de salud mental, hacia la consecución de mejores resultados en su calidad de vida, entre ellas, las siguientes:
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Apoyar y promover el empoderamiento de estas mujeres, como eje fundamental para avanzar en su participación real y efectiva en la sociedad tanto a nivel individual como colectivo.
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Prestar una especial atención a las situaciones de violencia que sufren las mujeres con problemas de salud mental, considerándolas como un colectivo especialmente vulnerable dada su dificultad para percibir y reconocer la violencia sexista, colocándose a su vez, en posición de alto riesgo debido a su situación clínica.
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Apuesta decidida por la incorporación de la perspectiva de género desde el diseño, planificación y desarrollo de los servicios del ámbito sociosanitario así como en la atención sanitaria de la Red de Salud Mental, evaluando el impacto de las actuaciones y teniendo en consideración la opinión de las mujeres.
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Promover acciones de concienciación y sensibilización social, buscando la igualdad de derechos y oportunidades, visibilizando la situación concreta que viven estas mujeres en relación con la salud mental.
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Visibilización del impacto negativo que la situación de desigualdad y discriminación que siguen viviendo las mujeres, tiene sobre su salud mental, de cara a orientar las actuaciones en el cambio de valores en la sociedad y hacia el empoderamiento, que contribuya a prevenir trastornos mentales más graves.
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Para mejorar su bienestar emocional, autodeterminación y derechos se propone: diseñar programas, apoyos y recursos específicos para mujeres con enfermedad Mental, apostar por grupos de apoyo (mujeres con problemas de esta índole y mujeres cuidadoras) como espacios propios en los que compartir y establecer una red de apoyo mutuo (permitiendo así acceder al apoyo emocional y social que necesitan), incrementar el abordaje con orientación terapéutica y psicológica que permita fortalecer el apoyo emocional, en particular para aquellas mujeres con problemas de salud mental que carecen de red de apoyo natural.
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De cara a mejorar la salud física: llevar a cabo acciones formativas sobre salud física y estrategias de autocuidado, incidir en la necesidad de una mayor y más estrecha coordinación entre Atención Primaria y Especializada en salud, generar conocimiento compartido sobre salud mental y mujer en temas clave como maternidad o sexualidad (por parte de todos los equipos profesionales que intervienen, tanto en el ámbito sanitario como en el social), etc.
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Para la mejora de su bienestar material y desarrollo personal: adoptar medidas específicas y efectivas para facilitar el acceso de las mujeres al empleo y a los itinerarios formativos, mejorar su acceso a los recursos y la participación en las actividades, implementar la perspectiva de género en las empresas y organizaciones, desarrollar programas de apoyo en cuidado y crianzas de hijos e hijas, , etc.
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En aras de mejorar sus relaciones interpersonales, participación e inclusión: generar espacios y oportunidades de interacción tanto mixtos, como exclusivos para mujeres, con el fin de crear nuevas relaciones y reforzar las ya existentes, tanto en el marco de las organizaciones del ámbito de salud mental como en alianza con otras entidades y recursos comunitarios.
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Detectar también intereses comunes entre las mujeres con problemas de salud mental y poner en marcha actividades (artísticas, lúdicas, deportivas, formativas
) que les den respuesta en entornos comunitarios, propiciar oportunidades de participación en recursos del entorno, realizando previamente un trabajo de sensibilización y lucha contra el estigma que permita tejer una red de apoyos y relaciones donde este colectivo se sientan seguras y motivadas.
Se puede acceder al documento completo desde la página Web de FEAFES, o bien directamente a través del siguiente enlace:
Investigación sobre la calidad de vida de las mujeres con enfermedad mental
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