La pandemia producida por el virus Covid-19 y sus implicaciones, como el aislamiento social obligatorio, las limitaciones en la circulación y el escaso contacto con los seres queridos, constituyen una importante fuente de estrés que atenta contra la salud mental de la población en general, incrementando la predisposición a padecer distintos trastornos mentales.
Entre las principales manifestaciones psicológicas y emocionales de la pandemia es posible mencionar la ansiedad, desesperanza, depresión, irritabilidad, enojo, apatía, indecisión, dificultades para prestar atención y concentrarse, alteraciones en la alimentación y el sueño. Las mismas son una consecuencia de la angustia ante la imposibilidad de desarrollar la rutina cotidiana, trabajar o mantener contacto con la familia y los amigos.
La ansiedad y la depresión constituyen una reacción esperable e incluso adaptativa en personas que se encuentran atravesando una cuarentena producto de una pandemia mundial, siendo múltiples los factores que llevan a experimentar estos síntomas.
La sensación de pérdida de control es frecuente debido a que la situación impide que la persona pueda prepararse, anticipar o tener certezas en relación a lo que va a pasar y al tiempo estimado en que se va a solucionar la emergencia sanitaria. En este contexto, la incertidumbre constituye la característica principal de la actualidad, frente a la separación brusca del círculo social, la posibilidad de perder a los seres queridos o que los planes a futuro se vean truncados de manera definitiva.
De igual manera, la pandemia puede llevar a agudizar cuadros de ansiedad o depresión ya presentes en las personas mayores, al tomar conciencia de que forman parte de la población en riesgo, incrementando el miedo y el estrés frente a la posibilidad del contagio, así como la sensación de indefensión. Además, investigaciones recientes dieron cuenta de la presencia de síntomas de trastorno de estrés postraumático y alteraciones afectivas en pacientes recuperados de Covid-19.
El distanciamiento social, necesario para prevenir la propagación del virus, obstaculiza la posibilidad de los adultos mayores para acceder a sus redes de apoyo, acrecentando la sensación de soledad. Al mismo tiempo, surge la amenaza frente a la posibilidad de perder a personas significativas, como amigos que pertenecen al mismo grupo etario o que también forman parte de la población en riesgo. En este sentido, las personas mayores se encuentran más expuestas a presentar síntomas de ansiedad como consecuencia de la preocupación e incertidumbre que genera esta situación mundial, que hasta hace poco constituía un hecho desconocido y sin precedentes.
Por otra parte, la significativa disminución de las actividades recreativas y sociales que formaban parte de la rutina diaria, así como la baja estimulación cognitiva producto de tener que limitarse a las tareas que solo se pueden realizar en el interior del hogar, puede incidir sobre el estado de ánimo de los adultos mayores, especialmente en aquellos que mantenían el mayor contacto social mediante salidas fuera del hogar, por ejemplo, participando en actividades religiosas, grupos destinados a personas mayores, realizando las compras, actividad física o simplemente visitando a los familiares, amigos y vecinos. Es importante facilitar el contacto con los seres queridos no convivientes utilizando medios de comunicación alternativos, como teléfono, videollamada o whatsapp.
En este contexto sanitario, es necesario destacar la importancia de la conformación de equipos multidisciplinarios especializados que realicen intervenciones dinámicas y adaptadas a las diferentes etapas de la cuarentena. La asistencia psicológica en tiempos de pandemia debe estar orientada a disminuir los niveles de ansiedad y la percepción de miedo en los adultos mayores, brindando información clara y confiable acerca del virus y las medidas de cuidado para prevenir su propagación. También es esencial brindar un espacio de escucha activa y empática para que puedan plantear sus dudas e inquietudes en relación a la situación actual, así como evaluar conjuntamente la solución más adecuada para cubrir sus necesidades.
La relación terapéutica se debe basar en el respeto y apoyo al paciente, entendiendo como esperables las reacciones emocionales y de estrés que éste último presenta. Es natural experimentar angustia, ansiedad y preocupación durante la pandemia, pero existen una serie de sugerencias para disminuir esta sensación:
- Mantenerse informado, a través de fuentes confiables, acerca de la situación sanitaria y las medidas de cuidado.
- Evitar estar pendiente o consumir en exceso noticias acerca de la pandemia, debido a que esta acción puede incrementar el miedo y la angustia. Tomar momentos de descanso y desconexión de los medios masivos de comunicación, limitándose a acceder a los mismos en momentos determinados del día.
- Establecer hábitos de vida saludables, como realizar ejercicio físico, meditar, dormir entre 7 y 9 horas diarias, mantener una dieta equilibrada, evitar el consumo de alcohol o nicotina.
- Mantener o crear una rutina estable en el hogar, incluyendo actividades como jardinería, caminatas por el patio, cocina, limpieza y cuidado del hogar. Intentar consolidar los antiguos y nuevos pasatiempos o actividades recreativas, respetando las limitaciones establecidas en las medidas sanitarias y de distanciamiento social.
- Realizar actividades que resulten relajantes, como yoga, meditación o ejercicios de respiración profunda.
- Preservar el contacto y la comunicación frecuente con los familiares, amigos y otras fuentes de apoyo social recurriendo a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
- Generar espacios de diálogo con los seres queridos en los que puedan compartir sus necesidades, sentimientos o preocupaciones en relación a la situación que están atravesando. Intercambiar experiencias y las estrategias de afrontamiento que utiliza cada uno para disminuir el estrés.
- Establecer redes vecinales de ayuda y apoyo mutuo. Mantener comunicaciones telefónicas diarias con los vecinos para saber cómo están, ofrecer y aceptar ayuda en caso necesario y dentro de las posibilidades del distanciamiento social.
- Controlar la salud tanto física como mental, contar con un suministro al menos para un mes de los medicamentos necesarios, de manera que se eviten en la medida de lo posible las salidas a la farmacia o consultas médicas. Utilizar alarmas y otros recordatorios para tomar los medicamentos teniendo en cuenta las indicaciones médicas correspondientes.
- Intentar controlar los pensamientos, manteniendo una mirada positiva y disfrutando de los aspectos sencillos del día a día. Aprender a agradecer por las cosas buenas que suceden y los aprendizajes que se pueden obtener de esta situación, por ejemplo, la solidaridad y el fortalecimiento de los lazos comunitarios.
Fuente: Terapia Neurocognitiva
Autores:
Milagros Ferreyra y Martín Gabriel Jozami Nassif
Miembros de Terapia Neurocognitiva