Un nuevo estudio canadiense encuentra que los probióticos, usados para reducir los malestares gastrointestinales, también parecen mitigar los síntomas de depresión.
Los investigadores de la Universidad McMaster descubrieron que adultos con el síndrome del intestino irritable (SII) reportaron mejoras de la depresión coexistente cuando tomaron un probiótico específico mientras que otros adultos tomaron un placebo.
El estudio proporciona pruebas adicionales de que el ambiente microbiano en los intestinos se comunica con el cerebro, dijo el autor principal Premysl Bercik, profesor asociado de medicina en McMaster y gastroenterólogo de Hamilton Health Sciences.
«Este estudio muestra que el consumo de un probiótico específico puede mejorar tanto los síntomas intestinales y problemas psicológicos. Esto abre nuevas vías no sólo para el tratamiento de pacientes con trastornos funcionales intestinales, sino también para pacientes con enfermedades psiquiátricas primarias», dijo Premysl Bercik.
El síndrome del intestino irritable es el trastorno gastrointestinal más común en el mundo, y es muy prevalente en Canadá. Afecta el intestino grueso y los pacientes sufren de dolor abdominal así como diarrea y estreñimiento. También son frecuentemente afectados por ansiedad crónica o depresión.
El estudio piloto incluyó a 44 adultos con SII y ansiedad o depresión de leve a moderada. Se siguieron durante 10 semanas, la mitad tomó una dosis diaria del probiótico Bifidobacterium longum NCC3001, mientras que los otros tomaron un placebo.
A las seis semanas, 64 por ciento de los pacientes que tomabaron el probiótico tenían puntuaciones de depresión disminuidas, en comparación con el 32 por ciento de los pacientes que recibieron un placebo.
La resonancia magnética funcional (IRMf) mostró que la mejora en las puntuaciones de depresión se asoció con cambios en múltiples áreas cerebrales involucradas en el control del estado de ánimo.
«Este es el resultado de un viaje de una década en identificar el probiótico adecuado, probarlo en modelos preclínicos e investigar las vías a través de las cuales las señales del intestino llegan al cerebro», dijo Bercik.
«Los resultados de este estudio piloto son muy prometedores pero tienen que ser confirmados en un ensayo futuro, a mayor escala», dijo la Dra. María Pinto Sánchez, coautora e investigadora clínica de McMaster.
El estudio se realizó en colaboración con científicos de Nestlé.
Fuente: Universidad de McMaster