La inteligencia emocional ayuda a los niños a ser mejores lectores

La inteligencia emocional ayuda a los niños a ser mejores lectores

Los niños que reconocen y gestionan mejor sus emociones tienden a convertirse en mejores lectores con el tiempo, pero ¿cómo funciona esta conexión? Un nuevo estudio longitudinal publicado en Learning and Individual Differences ofrece un análisis profundo de cómo la inteligencia emocional contribuye a la comprensión lectora infantil y cómo esta relación difiere según el tipo de texto y el contexto familiar del niño. Los investigadores descubrieron que la inteligencia emocional predecía la comprensión lectora posterior tanto en textos narrativos como no narrativos, y que esta conexión estaba determinada por el vocabulario, la lectura de palabras y, solo en el caso de los textos no narrativos, la memoria de trabajo.

Los investigadores realizaron este estudio para comprender mejor cómo el desarrollo emocional contribuye a los resultados académicos, específicamente a la comprensión lectora. Si bien muchas investigaciones anteriores se han centrado en la importancia del lenguaje y las habilidades cognitivas, como el vocabulario y la memoria, pocos estudios han examinado cómo las habilidades no cognitivas, como la inteligencia emocional, podrían influir en la capacidad lectora de los niños.

La inteligencia emocional incluye la capacidad de comprender, gestionar y utilizar las propias emociones, así como las de los demás. Estas habilidades emocionales se consideran cada vez más importantes no solo para la salud mental y las relaciones sociales, sino también para el aprendizaje y el éxito académico. Los investigadores también se propusieron explorar si estos efectos podrían variar según el tipo de material de lectura (historias narrativas frente a textos informativos) y si el entorno socioeconómico de los niños influye en la configuración de estas relaciones.

Para investigar estas cuestiones, el equipo de investigación realizó un seguimiento de un grupo de 689 niños chinos desde tercer grado (edad promedio de 9,2 años) hasta quinto grado, recopilando datos en tres rondas a lo largo de dos años. El estudio incluyó un número casi igual de niños y niñas, y se aplicó a familias con distintos niveles de ingresos y educación. Al inicio del estudio (ronda 1), los investigadores evaluaron la inteligencia emocional de cada niño mediante un cuestionario que medía la autoconciencia, la regulación emocional y la capacidad para comprender las emociones de los demás. También midieron la inteligencia no verbal y la comprensión lectora.

Un año después (segunda ronda), los niños completaron una serie de pruebas diseñadas para evaluar el vocabulario, la lectura de palabras y la memoria de trabajo. El vocabulario se midió pidiendo a los estudiantes que definieran un conjunto de palabras chinas de dos caracteres, y la lectura de palabras se evaluó pidiéndoles que leyeran en voz alta una lista. La memoria de trabajo se midió mediante tareas de repetición de dígitos, que requerían que los niños repitieran una secuencia de números hacia adelante y hacia atrás.

En el último año (etapa 3), los estudiantes volvieron a completar pruebas de comprensión lectora, que incluyeron textos narrativos (como cuentos) y no narrativos (como pasajes informativos o expositivos). Los investigadores analizaron si la inteligencia emocional en tercer grado predecía la comprensión lectora en quinto grado, y si el vocabulario, la lectura de palabras o la memoria de trabajo explicaban dicha conexión.

Los investigadores descubrieron que la inteligencia emocional a los 9 años estaba significativamente relacionada con la comprensión lectora a los 11, incluso después de controlar la capacidad lectora temprana, la inteligencia y el género. Esta relación se mantuvo tanto para textos narrativos como no narrativos, pero las vías que conectan la inteligencia emocional con la comprensión lectora difirieron ligeramente entre ambos tipos de texto.

Para ambos tipos de texto, la lectura de palabras y el conocimiento de vocabulario sirvieron como puntos de apoyo importantes. Los niños con mayor inteligencia emocional en tercer grado tendían a tener un mejor conocimiento de lectura de palabras y vocabulario en cuarto grado, lo que a su vez predijo una mejor comprensión lectora en quinto grado. Los efectos fueron estadísticamente significativos, aunque modestos: la lectura de palabras mostró un tamaño del efecto estandarizado de 0,04 tanto para textos narrativos como no narrativos, y el vocabulario mostró efectos de 0,03 para textos narrativos y de 0,02 para textos no narrativos.

Sin embargo, la memoria de trabajo solo influyó en el caso de textos no narrativos. La inteligencia emocional a los 9 años se asoció con una memoria de trabajo más fuerte a los 10, lo que a su vez predijo una mejor comprensión de textos no narrativos a los 11. Esto sugiere que las habilidades emocionales pueden ayudar a los niños a procesar y recordar la información más abstracta y estructurada presente en los textos no narrativos. Curiosamente, la memoria de trabajo no sirvió de puente entre la inteligencia emocional y la comprensión narrativa, posiblemente porque las historias son más familiares y fáciles de seguir, lo que exige menos memoria.

Los investigadores también descubrieron que el nivel socioeconómico familiar influía significativamente en estas relaciones. En el caso de los niños de familias con bajos ingresos o con menor nivel educativo, la inteligencia emocional tenía un mayor impacto en el vocabulario, la lectura de palabras y la memoria de trabajo que en el de sus compañeros con mayores ingresos.

En otras palabras, la inteligencia emocional fue más importante para el rendimiento académico de los niños de entornos desfavorecidos. Esto concuerda con el modelo de «cambio y persistencia», que sugiere que los niños de familias con bajos ingresos pueden depender más de sus fortalezas emocionales internas para afrontar los desafíos y tener éxito académico.

Curiosamente, el estudio también reveló que, en el caso de los textos narrativos, la lectura de palabras desempeñó un papel más importante en la comprensión lectora de los niños de familias con altos ingresos, en comparación con los de familias con bajos ingresos. Una posible explicación es que los niños de hogares con mayores recursos podrían estar expuestos a textos narrativos y narraciones desde una edad temprana, por lo que su comprensión depende más de la rapidez y precisión con la que puedan decodificar las palabras. Por el contrario, los niños de hogares con menores recursos podrían enfrentarse a múltiples barreras para la comprensión: menor exposición a libros, menos estrategias de lectura y habilidades de lectura más débiles, por lo que ningún factor por sí solo tiene una influencia desproporcionada.

Si bien el estudio ofrece información valiosa, los autores reconocen varias limitaciones. Una preocupación es la dependencia de la inteligencia emocional autoinformada, que puede estar sesgada, especialmente en niños pequeños. Estudios futuros podrían fortalecer la medición incorporando evaluaciones de docentes o cuidadores y métodos de observación. Además, los investigadores no examinaron otros posibles mediadores, como la atención, la comprensión auditiva o la ansiedad, que también podrían vincular la inteligencia emocional con el rendimiento lector. Por último, si bien los hallazgos señalan diferencias entre la lectura narrativa y la no narrativa, se necesita más investigación para comprender cómo estos géneros involucran diferentes habilidades y estrategias.

Fuente: Learning and Individual Differences

Articulo original:

Título: Emotional intelligence and reading comprehension: Examining mediating roles of word reading, vocabulary, and working memory.

Autores: Liyan Yu y Xiuhong Tong.

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