Un estudio experimental con adolescentes en España encontró que imaginar ser infiel a una pareja romántica debido a una insatisfacción sexual probablemente genere más afecto negativo que imaginar ser infiel por razones emocionales. Las emociones negativas fueron más fuertes en las mujeres jóvenes (en comparación con los hombres jóvenes), en los participantes que tenían una relación romántica y en aquellos que habían sido fieles a sus parejas. El estudio fue publicado en International Journal of Environmental Research and Public Health.
La infidelidad es ser infiel o desleal en una relación romántica o comprometida al entablar una relación romántica o sexual con alguien que no sea la pareja. Por lo general, implica secreto y engaño, lo que lleva a un abuso de confianza y dolor emocional para la pareja traicionada. La infidelidad puede tener consecuencias importantes, incluida la posibilidad de disolución de la relación, trauma emocional y daño duradero a la confianza. La infidelidad generalmente se considera la transgresión más grave y amenazante en las relaciones románticas.
La infidelidad es bastante común entre los adolescentes. A pesar de ello, no existen muchas investigaciones sobre las causas de la infidelidad en esta población. Los estudios se han centrado en mapear los cambios emocionales y de comportamiento en los adolescentes que sufrieron infidelidad, pero las perspectivas del individuo que perpetra la infidelidad aún siguen siendo relativamente desconocidas.
La autora del estudio Ana M. Beltrán-Morillas y sus colegas querían explorar las causas así como las consecuencias de la infidelidad en la adolescencia desde la perspectiva del perpetrador. Señalan que las relaciones románticas durante la adolescencia son elementos clave del desarrollo psicosocial de los individuos y que los resultados de España podrían ser particularmente interesantes porque las tasas de infidelidad en este país parecen ser más altas que en el resto de Europa.
Estos investigadores dividieron la infidelidad por insatisfacción sexual o por motivos emocionales. Su expectativa era que la infidelidad debida a la insatisfacción sexual desencadenaría niveles más altos de emociones negativas y hostilidad, y conduciría a un nivel mucho más bajo de bienestar psicológico que la infidelidad motivada por la insatisfacción emocional. También esperaban que las emociones negativas y la hostilidad creadas por la infidelidad redujeran el bienestar psicológico.
En el estudio participaron 301 adolescentes españoles, de entre 15 y 17 años. El 25% informó estar en una relación de pareja, mientras que el 75% restante de los participantes eran solteros. El 18% de los participantes informó haber sido infiel a su pareja al menos una vez. El 56% de estos casos de infidelidad fueron de naturaleza sexual, el 33% fueron emocionales y el 11% tuvieron elementos de ambos.
Los participantes fueron divididos aleatoriamente en dos grupos. Los investigadores primero les mostraron una definición de infidelidad para aclarar cualquier malentendido sobre lo que constituye infidelidad. Luego se pidió a un grupo de participantes que imaginaran ser infieles a su pareja porque ésta no quería tener relaciones sexuales con frecuencia, perdía interés en el sexo y no estaba dispuesta a innovar en prácticas sexuales (infidelidad motivada por insatisfacción sexual). Los investigadores pidieron al otro grupo de adolescentes que imaginaran que cometían infidelidad porque su pareja estaba emocionalmente distante, no mostraba interés en pasar tiempo juntos y descuidaba sus necesidades (infidelidad motivada por insatisfacción emocional).
Después de esto, los participantes completaron evaluaciones de emociones negativas (el Programa de Afectos Positivos y Negativos, con el objetivo de identificar los tipos de emociones que un participante experimentaría si fuera infiel), hostilidad (la subescala de hostilidad del Cuestionario de Agresión) y bienestar psicológico (la escala de Bienestar Psicológico).
Los resultados mostraron que la infidelidad (imaginada) por motivos sexuales conducía a un afecto negativo más fuerte en comparación con la infidelidad (imaginada) por motivos emocionales. Sin embargo, no hubo diferencias en el nivel de hostilidad experimentada después de imaginar los dos tipos de infidelidad. Lo mismo ocurrió con el bienestar psicológico: ambos grupos tenían los mismos niveles promedio de esta característica.
Las mujeres jóvenes reportaron emociones negativas más fuertes en comparación con los hombres jóvenes. Los participantes que estaban actualmente en una relación romántica (en la vida real) y aquellos que no habían sido infieles también experimentaron emociones negativas más fuertes. Análisis estadísticos adicionales revelaron que es posible que ser infiel conduzca a una mayor hostilidad y emociones negativas, que, a su vez, reducen el bienestar psicológico. Los niveles de hostilidad se asociaron con el bienestar psicológico cuando la infidelidad fue por motivos sexuales, pero no cuando fue por motivos emocionales.
«Los principales resultados muestran que la insatisfacción sexual (frente a la insatisfacción emocional) parece desencadenar altos niveles de afecto negativo, que a su vez parecen estar asociados con altos niveles de hostilidad y, en última instancia, resultan en un peor bienestar psicológico», concluyeron los autores del estudio.
El estudio hace una valiosa contribución a la comprensión científica de las consecuencias emocionales de la infidelidad. Sin embargo, también tiene limitaciones que es necesario considerar. En particular, las situaciones de infidelidad sólo fueron imaginadas y esto sucedió en un entorno público donde se esperaba que los participantes informaran sobre sus experiencias emocionales. Esto podría diferir de situaciones reales de infidelidad que probablemente desencadenarían emociones mucho más fuertes y que suelen ocurrir en situaciones en las que se preserva la intimidad.
Fuente: International Journal of Environmental Research and Public Health
Articulo original: Titulo: “Infidelity in the Adolescence Stage: The Roles of Negative Affect, Hostility, and Psychological Well-Being”. Autores: Ana M. Beltrán-Morillas, Laura Villanueva-Moya, M. Dolores Sánchez-Hernández, María Alonso-Ferres, Marta Garrido-Macías y Francisca Expósito.