Publicada la revisión de la Guía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida

La Guía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida se publicó en el año 2012, formando parte del Programa de Guías en el SNS, con el objetivo de contribuir a reducir la variabilidad de la práctica clínica y mejorar la atención y prevención de la conducta suicida, ayudando a la toma de decisiones de los profesionales sanitarios y de los pacientes y familiares. El tiempo transcurrido desde su publicación, la nueva evidencia publicada y la prioridad de este grave problema, han puesto de relieve la trascendencia de realizar una revisión de la misma.

Fruto de la revisión se ha publicado un informe, a través del cual se documenta el procedimiento seguido para dicha revisión y los principales resultados y conclusiones del grupo de trabajo.

El documento ha sido realizado por un grupo de profesionales pertenecientes a diferentes disciplinas relacionadas con la prevención y el tratamiento de la conducta suicida. Asimismo, en el proceso se ha contado con la colaboración de expertos propuestos por sociedades científicas y asociaciones de pacientes, entre los que figura Susana Al-Halabí Díaz (Doctora en Psicología y Profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo) en representación del Consejo General de la Psicología.

Tras considerar la nueva evidencia identificada y la valoración de los expertos de las principales sociedades científicas y asociaciones de pacientes, el grupo de revisión ha concluido que las recomendaciones de la GPC sobre prevención y tratamiento de la conducta suicida de 2012, continúan vigentes, no siendo necesario actualizar la guía en este momento.

El informe recoge un mapeo de las preguntas clínicas por área clínica, atendiendo al análisis de impacto de la nueva evidencia. Concretamente, en relación con el área intervenciones psicoterapéuticas, el documento pone de relieve la importancia de la pregunta clínica “En un paciente con conducta suicida ¿existe alguna técnica psicoterapéutica indicada para su tratamiento?” y sus recomendaciones, indicando que no necesitan actualización.

A este respecto, el Grupo de trabajo concluye que los tratamientos psicológicos continúan siendo una parte fundamental del tratamiento y prevención de la conducta suicida, por lo que se recomienda garantizar la disponibilidad de los mismos a las personas que lo necesiten. Estos deberían incidir en algún aspecto de la conducta suicida. Igualmente, la evidencia continúa apoyando principalmente el uso de los tratamientos de corte cognitivo-conductual en pacientes con conducta suicida, y el uso de la terapia dialéctico conductual en pacientes con conducta suicida con diagnóstico de trastorno límite de la personalidad.

En esta misma línea, se ha detectado evidencia que sugiere que la terapia basada en la mentalización fue efectiva en reducir los intentos de suicidio y las autolesiones sin intencionalidad suicida realizada en adultos con diagnóstico de trastorno límite de la personalidad, con o sin intentos de suicidio previos y con un abordaje ambulatorio. Algunas intervenciones breves, como el plan de seguridad, intervención en crisis, ASSIP (Attempted Suicide Short Intervention Program) y la CAMS (Collaborative Assessment and Management of Suicidality), también han demostrado cierta eficacia en el abordaje de pacientes con riesgo de suicidio. Si bien de momento el grupo de trabajo considera que no es necesario modificar las recomendaciones, sí opina que en futuras revisiones de la guía será necesario valorar el abordaje de las nuevas modalidades de tratamientos psicológicos investigados.

Tampoco consideran necesario actualizar la pregunta clínica sobre “¿cuáles son los factores de riesgo y protectores asociados con la conducta suicida en la infancia y la adolescencia?”, ni sus recomendaciones. De acuerdo con el Grupo de trabajo, las nuevas revisiones sistemáticas revisadas aportan más evidencia sobre los factores de riesgo ya considerados en la GPC 2012, principalmente en lo referente al papel de los problemas de salud mental, especialmente, los afectivos, la historia previa de ideación y conducta suicida, y otros como el cyberbullying, exposición a violencia, maltrato y eventos vitales estresantes, homosexualidad y bisexualidad y abuso de Internet.

De igual modo, ni la pregunta clínica sobre la existencia de alguna intervención preventiva que reduzca el riesgo de suicidio en personas mayores ni sus recomendaciones necesitan ser actualizadas de momento. Como bien señalan los expertos, la Psicoterapia y la farmacoterapia continúan siendo los pilares básicos del manejo de la conducta suicida en mayores. Entre las actividades preventivas, la evidencia continúa señalando los beneficios del cribado de depresión en atención primaria unido al seguimiento y/o derivación a atención especializada, y las intervenciones comunitarias basadas en psicoeducación y actividades grupales.

Con relación al tratamiento farmacológico, están siendo investigadas nuevas alternativas farmacológicas en el contexto de la depresión mayor resistente que no estaban consideradas en la GPC previa (ketamina y esketamina), pero desde el punto de vista del grupo de trabajo el estado de la evidencia científica y regulatorio (en el caso de la ketamina sería un uso off-label, y la esketamina acaba de ser aprobada recientemente por la European Medicine Agency siendo su indicación la depresión mayor resistente) hacen prematuro en este momento su consideración en la GPC. En este sentido, para el Grupo de trabajo es primordial disponer de la suficiente evidencia sobre efectividad comparada y seguridad a largo plazo, en aras de valorar cuál puede ser el papel de estos fármacos en la prevención del suicidio en la depresión mayor resistente.

En base a la literatura revisada, los expertos que han participado en la revisión apuntan que las áreas en las que puede existir mayor probabilidad de que aparezcan nuevas evidencias que puedan modular las recomendaciones o generar cambios son el tratamiento psicológico, las medidas generales de prevención, la conducta suicida en la infancia y la adolescencia, y las intervenciones en familiares y allegados tras un suicidio. Respecto a la conducta suicida en la infancia y adolescencia, el grupo de trabajo considera que podría ser de interés el desarrollo de un protocolo basado en la evidencia sobre la identificación, evaluación y manejo clínico de las autolesiones en la adolescencia, que complemente la evidencia y recomendaciones consideradas en la GPC publicada en el 2012.

En este sentido, el informe recuerda que las autolesiones en la adolescencia son una entidad clínica de gran relevancia desde el punto de vista clínico y social. Los datos actuales ponen de manifiesto la prevalencia de este tipo de conducta (prevalencia vida estimada en adolescentes en Europa de 27,6%) y su elevada asociación con la muerte por suicidio; de forma específica, se ha observado un incremento en la incidencia de las autolesiones no suicidas tanto en adolescentes como en adultos jóvenes.

Las versiones en formato electrónico de este informe se encuentran disponibles en la página Web de avalia-t, en el portal de GuíaSalud, y en la Web de la RedETS. De igual modo, se puede acceder directamente a través del siguiente enlace:

Grupo de Trabajo de revisión de la Guía de Práctica Clínica de prevención y tratamiento de la conducta suicida 2012. Revisión de la Guía de Práctica Clínica de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida (2012) del Programa de GPC en el SNS. Ministerio de Sanidad. Agencia Gallega para la Gestión del Conocimiento en Salud (ACIS), Unidad de Asesoramiento Científico-técnico, Avalia-t; 2020. Guías de Práctica Clínica en el SNS

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