La psicoterapia analítico-funcional (PAF) es una forma de terapia de conducta que enfatiza el uso de la relación terapeuta-cliente. Su objetivo es utilizar las oportunidades de aprendizaje que surgen en la sesión terapéutica. Basada en el conductismo radical de B. F. Skinner, la PAF produce el cambio a través de contingencias de reforzamiento naturales y curativas que suceden dentro de una relación terapeuta-cliente emocional, cercana y con un alto grado de implicación.
Kohlenberg y M. Tsai hallaron que algunos de sus clientes tratados con técnicas de terapia cognitivo-conductual convencional experimentaban notables mejorías que iban más allá de los objetivos iniciales del tratamiento. En la búsqueda de las causas de este fenómeno, observaron que estos notables progresos sucedían en aquellos pacientes con los que se había establecido una relación terapéutica intensa y comprometida.
Como resultado de esta experiencia, Kohlenberg y su grupo aplicaron conceptos conductuales para:
- Explicar la conexión entre mejorías dramáticas y una intensa relación terapéutica
- Delinear el procedimiento a seguir para facilitar estos vínculos intensos y potencialmente curativos.
Kohlenberg y Tsai afirmaron que la PAF, un poderoso tratamiento por sí mismo, es también una aproximación integradora que puede ser combinada con prácticamente cualquier otro tipo de terapia con resultados sinérgicos. Debe también destacarse que el énfasis en la relación terapéutica que hace la PAF basándose en la teoría conductual tiene algunas similitudes no buscadas con el concepto freudiano de transferencia, así como con la idea de que puede haber «significados ocultos» bajo la superficie de afirmaciones hechas por los pacientes durante la consulta.
La PAF valora enormemente las oportunidades de aprendizaje in-vivo, es decir, la aparición real de los problemas del paciente en su interacción con el terapeuta. El paciente está buscando tratamiento para problemas de la vida diaria, y al hacerlo actúa del mismo modo disfuncional en el contexto clínico, por tanto el terapeuta debe estar atento para detectar las conductas clínicamente relevantes. Podemos distinguir tres tipos de conductas clínicamente relevantes dentro de la terapia.
Las conductas relevantes tipo 1 (CCR1) son aquellas conductas relacionadas con el problema que el cliente presenta en la sesión y cuya frecuencia debe ser reducida a lo largo de la terapia
Las conductas clínicamente relevantes tipo 2 (CCR2) son las conductas que ocurren en la sesión y que suponen una mejoría en relación al problema por el que se acude a consulta.
Las conductas clínicamente relevantes tipo 3 (CCR3) son las interpretaciones del cliente sobre su propio comportamiento. Junto a estas también se incluyen descripciones de la equivalencia funcional que indican semejanzas entre lo que ocurre en la sesión y su vida diaria.
La PAF emplea varias estrategias terapéuticas. Las tres principales son:
Estar atento a la aparición de CCR, provocar CCR y reforzar CCR2.
Estrategia 1: Atención a las conductas clínicamente relevantes (CCR). Esta estrategia es la más importante ya que por sí sola conduce a un tratamiento más intenso y efectivo.
Un terapeuta hábil en la detección de CCR tiende a tener también mayor facilidad para fomentar e incentivar naturalmente a los clientes a objeto de que abandonen patrones autoinculpatorios que aparezcan in vivo y, por tanto, incrementar aproximaciones más productivas hacia la vida.
Estrategia 2: Provocar CCR2. Ya que la ocurrencia de CCR está indicada para la realización de la PAF, ¿cómo puede el terapeuta favorecer su aparición? La reconstrucción de los problemas de conducta del cliente en un ensayo conductual, como se ha mencionado, no es igual a la aparición natural de CCR. Análogamente, fingir situaciones ad hoc, tales como llegar tarde a la consulta o enfadarse con un cliente, no son recomendables, pues es incongruente con la relación honesta y cercana que la PAF sugiere.
Estrategia 3: Reforzar CCR2. El reforzamiento es un término técnico que en este contexto se refiere al cuidado y fortalecimiento que el terapeuta ejerce sobre las mejorías que se producen en la consulta. Es recomendable confiar en las reacciones naturales del terapeuta en lugar de usar oraciones estereotipadas como «¡eso es genial!» o «¡estupendo!», que pueden ser vistas por el cliente como faltas de sinceridad. Los terapeutas expertos en PAF son conscientes de la aparición de CCR2 en el momento en que suceden y son espontánea y genuinamente reforzantes.
Fuente: www.psicologia-online.com