La Terapia Conductual Integrada de Pareja (TCIP) fue desarrollada por Andrew Christensen y Neil S. Jacobson durante la década de los 90. La TCIP es un modelo que comparte el énfasis en la aceptación y apertura emocional que caracteriza a la mayoría de las terapias de tercera ola, pero dentro de una pareja en lugar de hacerlo de manera individual.
Vale la pena detenernos e insistir en un punto: una característica que TCIP comparte con otros modelos de tercera ola es que pertenece a la tradición empírica, no a la especulativa. Esto es importante porque si bien hay muchísimos modelos de terapia de pareja disponibles, en su gran mayoría se trata de modelos especulativos. Esto no los vuelve inútiles, por supuesto, pero como suele pasar, a los modelos puramente especulativos o intuitivos les resulta difícil cambiar o corregir sus errores.
TCIP entonces, no sólo pertenece a las terapias de tercera ola, sino además a las terapias de pareja basadas en evidencia, tales como Terapia Conductual de Pareja (TBCT por las siglas en inglés; Jacobson & Margolin, 1979), o Terapia Cognitivo-Conductual de Pareja (CBCT por las siglas en inglés; Baucom & Epstein, 1990).
¿Cómo funciona entonces TCIP?
En primer lugar el terapeuta intenta generar y compartir una “formulación”, es decir, una explicación de por qué la pareja ha llegado a la situación actual, basándose en la evaluación de múltiples dimensiones durante las primeras entrevistas. La formulación tiene como finalidad proveer una idea organizadora de la situación de la pareja. Una formulación en TCIP tiene tres componentes:
El tema: El tema representa funciones comunes en una amplia gama de conductas problemáticas en una pareja; es decir, el tema resume cuál es el eje del conflicto en esa pareja. Por ejemplo, algunos temas que organizan los conflictos en una pareja son “cercanía-distancia”, en donde el foco de conflicto reside en que uno de los miembros busca cercanía y el otro busca autonomía, o bien “control-responsabilidad”, o “artista vs científico”, “convencionalidad-no convencionalidad”, entre varios otros.
El segundo punto de la formulación es la polarización. Ésta se refiere a cómo los intentos de lidiar con las diferencias que surgen a partir del tema llevan a que las posiciones se extremen y las diferencias se exacerben. Por ejemplo, frente a un tema de cercanía-distancia, el proceso de polarización podría ser que uno de los miembros se acerca buscando cercanía, el otro se aleja buscando distancia, que a su vez genera que el otro miembro busque cercanía, etc.
El último punto que se incluye en la formulación es la trampa mutua: se denomina así al resultado del proceso de polarización, y se refiere a la experiencia privada de cada uno de los miembros de la pareja de sentirse atascado y desesperanzado, una experiencia que puede describirse aproximadamente así: “He hecho todo lo que pude pensar para cambiar a esta persona. Y aun así, cuanto más lo intento, peor se ponen las cosas. Pero no sé qué otra cosa hacer. Si me rindo, la relación está condenada a ser de una manera que no quiero. Nada va a cambiar. Por eso no veo otra alternativa más que continuar mis esfuerzos, aún si no han servido de mucho hasta ahora (…) Pero no me siento optimista, así que estoy atascado/a. No puedo detenerme, pero continuar parece empeorar las cosas”. Es interesante mencionar que Jacobson y Christensen (1996), señalan que esta sensación de estar estancados raramente es explicitada y etiquetada y que las parejas que pueden explicitarla y discutirla por lo general no necesitan de la terapia.
La formulación se realiza durante las primeras entrevistas; no se trata de una etiqueta fija e inamovible sino de un concepto más bien fluido y dinámico que puede modificarse durante el curso del tratamiento. Una vez que se llega a una formulación, el terapeuta formula un plan de tratamiento basándose en ésta.
Fuente: www.psyciencia.com