Si bien las personas tienden a tener un sesgo optimista a cualquier edad, el estudio Journal of Experimental Psychology: General informa que esto es particularmente cierto entre los niños y disminuye a medida que crecen hasta la adolescencia. A medida que crecen, los niños aprenden más de los resultados negativos, pierden su hiperoptimismo y se vuelven más realistas.
La autora principal del estudio, Johanna Habicht (Centro Max Planck UCL para la Investigación de la Psiquiatría Computacional y el Envejecimiento y Centro Wellcome de Neuroimagen Humana, Instituto de Neurología Queen Square de la UCL), dijo: «Pedimos a los participantes de nuestro estudio que participaran en un juego para recolectar tesoros de diferentes planetas. Tuvieron que aprender qué tan buenos eran estos planetas y decirnos cuánto ganarán.
“Descubrimos que los niños eran mucho más optimistas que los adolescentes. Todos los grupos de jóvenes tenían un sesgo de optimismo, ya que sobreestimaron cuánto ganarían, pero los niños más pequeños eran particularmente hiperoptimistas y pensaban que obtendrían la mayor cantidad de tesoros”.
El estudio involucró a 108 participantes: niños de 8 a 9 años y adolescentes de 12 a 13 años y de 16 a 17 años.
Para comprender los mecanismos que provocaban este hiperoptimismo en los niños más pequeños, los investigadores utilizaron modelos computacionales para analizar cómo aprendían los participantes a medida que avanzaban en el juego.
El Dr. Hauser dijo: “Utilizamos modelos matemáticos para analizar el aprendizaje de los participantes: estos son algoritmos que imitan cómo aprende el cerebro y que se utilizan con éxito en los algoritmos de aprendizaje automático actuales. Usando estos métodos, pudimos demostrar que los niños son hiperoptimistas, porque aprenden mucho menos de los malos resultados. Mientras que los niños aprenden tanto como los adolescentes cuando sucede algo bueno, tienden a ignorar cuando las cosas no son tan buenas como esperaban”.
El Dr. Hauser dice que cree que estos mecanismos, y el hiperoptimismo resultante, pueden ser útiles para que los niños persigan metas ambiciosas y superen obstáculos en el camino.
La falta de hiperoptimismo puede incluso contribuir a la depresión, ya que estudios anteriores han encontrado que el optimismo puede beneficiar la salud mental, la salud física y el desarrollo profesional.
El Dr. Hauser comenta: “Sabemos que la depresión a menudo surge durante la adolescencia, exactamente durante el tiempo en que esas gafas teñidas de rosa se están desvaneciendo. Esperamos que la investigación futura arroje luz sobre si las diferencias de desarrollo en la forma en que los niños pierden su hiperoptimismo pueden relacionarse con el riesgo de síntomas de enfermedades mentales”.
Para permitir que más miembros del público contribuyan a su investigación en neurociencia, los científicos han desarrollado una aplicación para teléfonos inteligentes llamada Brain Explorer, que incluye juegos similares al utilizado en este estudio. Al participar en los juegos, las personas pueden contribuir a la investigación sobre el desarrollo de problemas de salud mental.
Fuente: UCL