En general, asumimos que si enfrentamos demasiados obstáculos mientras perseguimos un objetivo, nuestros niveles de motivación se ven afectados. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en el Journal of Research in Personality le da la vuelta a esta lógica y sugiere que en realidad es su motivación la que determina la cantidad y la dificultad de los obstáculos que enfrenta.
“Al perseguir una meta y tratar de cambiar el comportamiento, la mayoría de las personas tienen grandes intenciones. Pero a menudo esas intenciones no se traducen en acción”, dice la psicóloga Marina Milyavskaya de la Universidad de Carleton en Canadá.
Según Milyavskaya, cualquier tentación que se interponga en tu camino para alcanzar tus metas constituye un obstáculo. Por ejemplo, la comida chatarra es un obstáculo cuando tu objetivo es comer sano y los teléfonos celulares y otros distractores son obstáculos cuando tu objetivo es estudiar o trabajar.
Pero aquí es donde se complica. Milyavskaya explica que las distintas personas pueden percibir los obstáculos (y su nivel de dificultad) de manera diferente. Las personalidades de las personas, el tipo de objetivo que intentan alcanzar, la fuerza de su deseo, etc., son factores que juegan un papel en la determinación de nuestra percepción y relación con los obstáculos.
Otro factor importante, según el estudio de Milyavskaya, es nuestro tipo de motivación. El estudio distingue entre dos tipos diferentes de motivación que experimentamos al perseguir una meta:
- La motivación de querer representa nuestra motivación interna: hacer algo porque es personalmente importante para nosotros, es interesante o encaja bien con nuestros valores.
- La motivación obligada, por otro lado, involucra comportamientos que sentimos que deberíamos estar haciendo, ya sea porque alguien más lo requiere o espera de nosotros o porque nos sentiríamos culpables si no hiciéramos esos comportamientos.
Milyavskaya y su equipo realizaron siete estudios para evaluar los niveles de motivación de los participantes asignándoles diferentes tareas y exponiéndolos a varias tentaciones (como pizza durante una reunión en la sala de juntas).
Descubrieron que las personas que mostraban una motivación de querer hacer, es decir, las personas que realizaban las tareas con sentimientos de interés personal se alejaban conscientemente de los obstáculos, lo que les facilitaba el logro de la meta. Lo contrario era cierto para las personas que funcionaban con una motivación obligada.
Esto significa que la búsqueda de objetivos no se trata de ser extraordinariamente fuerte. En cambio, se trata de conocer las cosas que nos hacen débiles y mantener una distancia segura de ellas.
¿Cómo resuelve esto el problema de la motivación? Milyavskaya ofrece dos sugerencias para ayudar a abordar el problema inevitable de hacer las cosas porque tenemos que hacerlas. En lugar de quejarse cada vez que realiza una tarea de este tipo, intente generar una motivación de «deseo» de la siguiente manera:
- Pensando en cómo encaja la tarea en tus valores e identidad. Lo reformulamos como algo que es más un querer. Tal vez valoro ser un trabajador concienzudo, por lo que completar ese temido informe del proyecto encaja con este valor. O, eventualmente, quiero convertirme en veterinario, por lo que hacer mi tarea de matemáticas es importante para lograr ese objetivo.
- Haciéndolo más agradable en el momento. Combínalo con otra cosa que sea divertida o agradable, como escuchar música o disfrutar de un sabroso manjar.
Y Milyavskaya concluye: “Si descubre que está persiguiendo un objetivo por razones obligadas, entonces es más probable que luche con ese objetivo”, dice ella. “¿Tal vez valga la pena reemplazar esa meta con una meta que sea más significativa o importante personalmente? O, ¿puedes encontrar más razones de querer para ese mismo objetivo en su lugar?
Fuente: Journal of Research in Personality