La actividad física aumenta el coeficiente intelectual en niños y adolescentes

La actividad física aumenta el coeficiente intelectual en niños y adolescentes

El ejercicio físico suele ser reconocido por su papel en la condición física de los niños, pero ¿y si también pudiera mejorar la capacidad intelectual? Un metaanálisis reciente publicado en Pediatrics ha demostrado que los programas estructurados de actividad física mejoran la inteligencia en los jóvenes. El estudio encontró un aumento promedio de 4 puntos en los puntajes de CI entre los participantes, lo que destaca el papel fundamental del ejercicio en la formación de la mente y el cuerpo durante la infancia y la adolescencia.

Estudios previos han demostrado que el ejercicio beneficia funciones cognitivas como la memoria, la atención y el funcionamiento ejecutivo. Sin embargo, la relación específica entre el ejercicio y la inteligencia general, incluido el coeficiente intelectual, sigue sin explorarse. Estudios anteriores han proporcionado evidencia limitada y a veces contradictoria, centrándose a menudo en la inteligencia fluida o el rendimiento académico en lugar de la inteligencia general en su conjunto. Esta brecha en la comprensión impulsó a los investigadores a realizar una investigación exhaustiva para determinar si las intervenciones de ejercicio podrían influir en la inteligencia de manera más amplia.

Otro factor motivador detrás del estudio fue el creciente reconocimiento de la importancia de las intervenciones tempranas para el desarrollo cognitivo. La infancia y la adolescencia son períodos fundamentales para la plasticidad cerebral, durante los cuales las experiencias pueden tener efectos duraderos en el crecimiento cognitivo y neuronal. Al identificar si el ejercicio tiene un impacto directo en la inteligencia, los investigadores se propusieron proporcionar información que pudiera orientar las políticas educativas y fomentar la incorporación de la actividad física en los programas escolares.

“Nuestro interés en este tema surge de la creciente cantidad de evidencias, incluido el trabajo previo de Francisco B. Ortega, Kirk I. Erickson y Óscar Martínez-de-Quel, coautores de este estudio, sobre el vínculo entre la actividad física y el desarrollo cognitivo en los jóvenes. Al explorar el potencial del ejercicio como herramienta para mejorar la inteligencia, nuestro objetivo era arrojar luz sobre una estrategia práctica y accesible para apoyar el desarrollo de los niños”, explicó el autor correspondiente Javier S. Morales, investigador postdoctoral Ramón y Cajal en la Universidad de Almería y codirector de Fissac.

Los investigadores utilizaron un metaanálisis, un método de investigación que combina y analiza estadísticamente los resultados de múltiples estudios para extraer conclusiones más amplias. En este caso, los investigadores recopilaron datos de 14 ensayos controlados aleatorizados en los que participaron 3203 participantes. Los metaanálisis son particularmente útiles para sintetizar los hallazgos de estudios individuales que pueden variar en tamaño de muestra o metodología, lo que proporciona una comprensión más completa del tema. Al agrupar los resultados, los investigadores evaluaron el impacto general de las intervenciones de ejercicio sobre la inteligencia, teniendo en cuenta las variaciones entre los estudios incluidos.

Los investigadores se centraron en la inteligencia general, que suele medirse a través del cociente intelectual, así como en dos subdominios clave: la inteligencia fluida y la inteligencia cristalizada. La inteligencia fluida se refiere a la capacidad de resolver problemas nuevos y pensar de forma lógica sin depender de conocimientos o experiencias previas. Está estrechamente vinculada a la resolución de problemas, la adaptabilidad y las habilidades de razonamiento, lo que la hace esencial para afrontar desafíos desconocidos.

Por el contrario, la inteligencia cristalizada representa la acumulación de conocimientos, habilidades y experiencia a lo largo del tiempo, que a menudo se refleja en el vocabulario, el conocimiento factual y otras habilidades aprendidas. Mientras que la inteligencia fluida tiende a alcanzar su punto máximo en la edad adulta temprana, la inteligencia cristalizada continúa mejorando con la edad a medida que las personas adquieren y refinan sus conocimientos.

Los resultados revelaron un impacto positivo significativo de las intervenciones de ejercicio sobre la inteligencia. Este efecto se observó en varios subgrupos, incluidos niños con niveles de CI basales normales y bajos, y fue constante independientemente de la duración de la intervención. Además, los investigadores encontraron beneficios significativos para la inteligencia fluida. Si bien la evidencia de mejoras en la inteligencia cristalizada fue limitada, un estudio informó ganancias en este dominio para niños con obesidad.

“La conclusión clave es que el ejercicio regular no solo beneficia la salud física, sino que también contribuye al desarrollo cognitivo, en particular a la mejora de la inteligencia (tanto la inteligencia general como la fluida)”, dijo Morales. “En términos concretos, los programas de ejercicio mejoran el coeficiente intelectual de los niños y adolescentes en un promedio de 4 puntos, un resultado comparable a las ganancias que se logran normalmente con un año adicional de educación. Esto significa que alentar a los niños y adolescentes a participar en actividades físicas estructuradas puede tener efectos positivos duraderos en sus capacidades intelectuales, así como en otras áreas de sus vidas, como la felicidad, el éxito socioeconómico e incluso la salud futura”.

Es importante destacar que los efectos no se vieron influenciados por la edad de los participantes ni por la duración de la intervención de ejercicio, lo que sugiere que los beneficios cognitivos de la actividad física son ampliamente aplicables en diferentes etapas del desarrollo.

“Un hallazgo sorprendente fue la consistencia de los beneficios en diferentes grupos de edad, niveles de inteligencia de base y duraciones de las intervenciones”, dijo Morales. “Fue particularmente notable que los niños con una inteligencia de base más baja también experimentaron mejoras significativas, lo que indica que el ejercicio puede servir como una intervención inclusiva y eficaz para poblaciones diversas”.

A pesar de sus puntos fuertes, el estudio tiene algunas salvedades que considerar. Un desafío importante fue la heterogeneidad de los programas de ejercicio analizados. Las intervenciones variaban en tipo, intensidad, duración y frecuencia, lo que dificultaba la identificación de características específicas que optimizaran los beneficios cognitivos. Por ejemplo, si bien la actividad moderada a vigorosa parecía beneficiosa, muy pocos estudios informaron sobre la intensidad del ejercicio como para sacar conclusiones firmes.

“Una limitación clave es la variabilidad en los tipos e intensidades de los programas de ejercicio estudiados, lo que dificulta determinar la intervención más eficaz”, señaló Morales. “Además, si bien los beneficios son claros, se necesita más investigación para comprender los mecanismos subyacentes y explorar los resultados a largo plazo más allá de la duración de las intervenciones”.

Para comprender mejor la relación entre el ejercicio y la inteligencia, los estudios futuros podrían apuntar a estandarizar los protocolos de intervención e incluir informes más detallados de las características del ejercicio.

“Nuestros objetivos a largo plazo incluyen identificar las características óptimas de los programas de ejercicio (como el tipo, la duración, la frecuencia y la intensidad) para mejorar la inteligencia y otros dominios cognitivos”, explicó Morales. “También pretendemos explorar cómo estos hallazgos se pueden traducir en recomendaciones prácticas para que las escuelas y las comunidades integren el ejercicio como un componente central de la educación y el desarrollo de los niños”.

“Nuestros hallazgos resaltan la importancia de hacer del ejercicio una prioridad para los niños y adolescentes, no solo por su salud física sino también por su desarrollo cognitivo y emocional. Esperamos que esta investigación inspire a los responsables de las políticas, a los educadores y a los padres a crear entornos que fomenten estilos de vida activos desde una edad temprana”.

Fuente: Pediatrics

Articulo original:

Título: “Exercise Interventions and Intelligence in Children and Adolescents: A Meta-Analysis”.

Autores:  Javier S. Morales, Pedro L. Valenzuela, Óscar Martínez-de-Quel, Juan Luis Sánchez-Sánchez, Adrià Muntaner-Mas, Kirk I. Erickson, Ana Carbonell-Baeza, Francisco B. Ortega y David Jiménez-Pavón.

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